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Fernando Serra

Violencia de género o doméstica

Hay algunos temas en los que el “pensamiento único” domina de tal modo que apenas se generan opiniones contrarias y críticas. Uno de ellos es el de la violencia doméstica, que Federico Jiménez Losantos ha tratado en estas mismas páginas a propósito de unas desafortunadas afirmaciones de la directora del Observatorio contra la Violencia Doméstica, Montserrat Comas. Aseguró esta señora que “muchas mujeres pagan con su vida el precio de su libertad", a lo que respondió Jiménez Losantos diciendo que las mujeres maltratadas y asesinadas carecen precisamente de libertad y recuerda, como prueba de ello, que casi la mitad de las víctimas durante este último año son de origen extranjero, es decir, que provienen de culturas en las que la mujer carece por completo de libertad.
 
Me temo, sin embargo, que el punto de vista de Jiménez Losantos participa de alguna manera de ese “pensamiento único” que analiza este dramático problema desde un enfoque   feminista-izquierdista que ve los maltratos, e incluso el abuso sexual intrafamiliar, como una reminiscencia de la familia patriarcal en la que el “pater” se considera propietario de mujer e hijos. Frente a este machismo agresivo y violento, la  única solución que se plantea es más protección y discriminación a favor de la mujer, es decir, machismo al cuadrado, postura ésta en la que las feministas “progres” se sienten muy acompañadas por los políticos más conservadores procedentes de todas las tendencias y, especialmente, por los jueces más reaccionarios que fomentan la inferioridad social de la mujer. Así,  como la mujer sufre el maltrato y está discriminada, se le debe "compensar" en los casos de separación otorgándole los hijos, la vivienda familiar y una pensión para que tenga menos necesidad de trabajar, mientras que es el hombre el encargado de aportar los recursos económicos. Menuda manera de liberar a la mujer. El machismo misógino que todavía perdura se está entremezclado con un  feminismo misoándrico, alimentándose ambos mutuamente y formando así las dos caras de una misma moneda. Cristina Alberdi dijo una vez  que "al hombre no se le debe dar la custodia de los hijos porque no los pare" y tal vez por defender cosas así ahora Esperanza Aguirre la coloca al frente de la violencia doméstica. Lo que está por ver es si seguirá alentando los malos tratos con este tipo de declaraciones o si esta reciente valedora del felipismo más mezquino ha cambiado tanto que va ahora a combatirlos.
 
El “pensamiento único” sobre este tema estigmatiza cualquiera opinión que no responda a los patrones establecidos y es un tabú cuestionar esta simplista visión en la que solamente existen dos bandos: mujeres víctimas y hombres agresivos. Por supuesto que se producen muchos casos de violencia y muerte que concuerda con este modelo, pero la realidad parece ser mucho más compleja y requiere un debate sin vetos de ninguna clase. Es sorprendente que se hable y escriba tanto de este tema y que no se citen estudios que arrojan datos sorprendentes. El realizado por Martin S. Fiebert  de la Universidad de  California,  publicado por primera vez en 1997 y actualizado en 2001, asegura que las mujeres son tan agresivas como los hombres en sus relaciones conyugales o de pareja. Merece también atención el Informe Iceberg  presentado por un grupo de padres separados en 2001 ante la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer del Senado español que, entre otras muchas conclusiones, establece que más del 75 % de los niños maltratados lo han sido a manos de mujeres.
 
El primer punto de partida para abrir un debate alejado de tópicos feministas y reaccionarios es reconocer que la violencia doméstica es “multicausal”, siendo el machismo y las culturas retrogradas móviles importantes pero no únicos,  y que va en muchas direcciones, de hombre a mujer, viceversa, de padres a hijos e incluso de éstos a sus progenitores.  Quizá habría que empezar por desenterrar eso de la violencia contra las mujeres o de género y ampliar el campo a la  violencia doméstica. Es más complejo pero también más real.
 

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