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Amando de Miguel

La duda constante

 Algunos lectores se sienten intranquilos porque dudan de si una forma u otra de la rica variedad léxica es la correcta o no. Hay casos en los que se puede deslindar bien esa corrección, pero en otros la duda persiste, sencillamente porque el idioma permite decir las dos formas que parecen encontradas. Esa es la gracia de una lengua viva. Por ejemplo, José de Berasazun (Ongietorri), que firma también como José Benito me mantiene la duda sobre cuál es su nombre auténtico y cuál el literario. Me parece muy bien. El de Berasazun me consulta si se debe decir que Carod (otro que no sabemos bien cómo se llama) “mantuvo una entrevista en enero de 2004” o “ha mantenido”. Puesto que estamos cerca de esa fecha y porque continúan los efectos de la desgraciada entrevista, sería mejor decir que “ha mantenido” la conversación con los cabecillas de la ETA. Pero un gallego diría mejor “mantuvo”. A mí me gusta la variación gallega en ocasiones, precisamente en este caso para indicar que la cosa fue efímera. Recuérdese el estrambote del famoso soneto de Cervantes: “Y luego, in continente, / caló el chapeo, requirió la espada / miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”. El sentido burlesco habría sido lamentable con las formas verbales compuestas.
 
Tomás Pérez Matanzo, de México, D.F., discute con sus amigos por el verbo “diferenciarse”. Él dice que “una cosa se diferencia de otra”, pero sus amigos le reprochan esa forma de conjugar el verbo; sostienen que habría que decir “se diferencía”, con acento en la i, no más. Pues, a riesgo de que le tilden de gachupín, le digo a don Tomás que tiene razón. Puede que fuera gracioso si Cantinflas dijera “se diferencía”, con acento en la i, pero suena mal.
 
Carlos Moreno Martínez, de Barcelona, me escribe sobre la conveniencia del término “plausible”, que sí existe, pero con significado dudoso. Lo correcto es utilizar “plausible” como digno de aplauso, en todo caso, como admisible o aceptable. Así pues, es un barbarismo insoportable manejar “plausible” como equivalente de probable o de posible. Desgraciadamente, ese segundo uso espurio se impone por doquier, tal es la influencia del inglés, sobre todo en las personas que no saben inglés. Claro que los diccionarios de uso no tendrán más remedio que incorporar el barbarismo. Es lo plausible, según el nuevo uso. Lo que nos faltaba a los españoles, que tantas veces confundimos lo posible con lo deseable.
 
José Luis Amat se desahoga con otro equívoco a propósito de Carod-Rovira (o como se llame). ¿Pidió o no la dimisión? ¿Se la aceptaron o no? ¿Fue o no cesado? ¿Renunció o lo destituyeron? Todos esos verbos están muy confusos en la parla pública cotidiana. Para mí está muy claro. Si una persona quiere irse de un cargo público, puede hacerlo dimitiendo, cesando (cesar siempre es por voluntad del afectado), yéndose. Nadie se lo puede impedir. Las “dimisiones no aceptadas” son una tontería, una forma muy ladina o farisaica de hacer como que uno se va, pero sigue en el cargo o en sus alrededores. También puede suceder que la persona en un cargo público sea destituida por el superior o por un juez. Pues bien, está claro que el tal Carod-Rovira (sea cual fuere su nombre auténtico) ni ha dimitido, ni ha cesado, ni ha sido destituido. Sigue en el machito, utilizando además la ley electoral para burlarse de todos nosotros. Si de mí dependiera, el honorable no solo estaría destituido sino procesado. Si hubiera justicia en este mundo, el susodicho estaría alojado en una modélica residencia, pagada por el contribuyente, junto a sus amigos de la ETA. Por mucho menos estuvo en esa misma residencia el que suscribe.

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