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Últimamente los medios han publicado artículos sobre el fenómeno islamista, algunos de ellos escritos por sociólogos de gran valor. En todos ellos se nos explicaba la violencia del terrorismo islámico por el rechazo que sienten los pueblos del Islam por el mundo occidental, rechazo que es debido a las agresiones que sufre por parte de las naciones occidentales, en particular de los Estados Unidos de América. Lo de las dos Torres del World Trade Center de Nueva York no fue más que una simple represalia de esos pueblos oprimidos. Entre sus argumentos está el conflicto Israelo-palestino.
 
Según esta visión del terrorismo islamista, los pueblos musulmanes están enterados de las fechorías de los occidentales. Lo que denominan pueblos islámicos son un conjunto de mil millones de humanos, el 80% de los cuales no tiene acceso a los medios de información y hablan lenguas distintas, están distribuidos por toda la superficie del planeta, lo que sin duda no facilita la circulación de la información. Pero lo que sí tienen en común es la religión. Una religión viva, sólida y arraigada. Esta es la gran olvidada de los comentaristas del asunto del terrorismo islámico en los medios. Para ellos, no es un factor que hay que tener en cuenta. Es que para los comentaristas, la religión no es un elemento importante ni en sus vidas, ni en el hacer político de las sociedades en las que viven. Analizar otras sociedades por los cánones de las propias sociedades en las que viven y de las que forman parte, es un pecado frecuente y ¿venial? en el que caen algunos sociólogos.
 
Para que las cosas sucediesen como nos dicen los comentaristas haría falta que existiese una organización gigantesca y con medios poderosos para informar y alertar de los hechos de los occidentales a los mil millones de musulmanes. Se habla de Bin Laden y de los otros activistas islamistas como los “agitadores” y responsables de ese terrorismo. Estos dirigentes activistas no tienen que inventar nada, se han encontrado con una “organización” ya hecha: su propia religión, y lo que es más, en ella se encuentran los argumentos que justifican el actuar como actúan y las razones para atacar a los que combaten.
 
Se puede comprender este olvido en los comentaristas, sociólogos o no, si se tiene en cuenta que la mayoría de los imanes de las mezquitas instaladas en el mundo occidental, dicen que los islamistas son unos malos musulmanes, que la religión musulmana es una religión de paz y de amor. Se comprende también que esas autoridades digan lo que dicen, ya que tienen que defender a sus “feligreses” ante el resto de la ciudadanía, y también por el hecho de que en su libro sagrado no se encuentra un texto que diga que “la verdad os libertará”.
 
La lectura de los textos sagrados del Islam puede ayudar a la comprensión de lo que sucede.
 
 
Hay dos buenas traducciones del Santo Corán al castellano: la de Julio Cortés, en editorial Herder, y la de Juan Vernet, en Editorial Óptima.

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