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Amando de Miguel

Variaciones coloquiales

Son innúmeros los fallos que se pueden encontrar en el lenguaje escrito, no digamos en el hablado. Todo es cuestión de apuntar bien los posibles errores para no volver a tropezar en ellos. También puede suceder que algunos errorcillos dejen de serlo por el uso. La colaboración de los atentos lectores resulta impagable. Recojo algunas ilustraciones que pueden ser de utilidad.
 
Pedro Espinosa García subraya la voz espuria desestimiento que ha visto escrita en La Razón, “diario en el que usted colabora”. Hombre, no me haga responsable de todo lo que aparece escrito en ese periódico, ni siquiera de todo lo que yo firmo. Ni qué decir tiene que del verbo “desistir” procede “desistimiento”. Pero en el lenguaje de los leguleyos se lee a veces desestimiento, quizá porque parece más elegante. Don Pedro recuerda otro error bastante común, escribir el adverbio o preposición “aparte” como “a parte”, separado. Solo se puede hacer cuando “parte” sea sustantivo. Muy bien recordado. Confieso que ese error alguna vez lo he deslizado yo. No lo haré más.
 
Etsuo Tirado de Sonora (México) me plantea qué es mejor, decir “zamarra” o “chamarra”, para señalar una prenda que también puede llamarse “pelliza” o “chupa” o “cazadora”. Puede usted elegir cualquiera de las dos primeras formas, pues ambas tienen una existencia reconocida. Quizá la “zamarra” se identifica con el cuero o la piel, mientras que “chamarra” pide el paño. Pero esa sutileza es poco relevante. Hay materiales que no se sabe bien si son de fibra o de piel.
 
Pablo Torrelavega se queja de que se confunda “televisión” con “televisor”. En buena ley, la televisión sería el sistema, la emisora o cadena, el medio. En cambio, el televisor equivaldría al aparato receptor. Todo eso está muy bien, pero el uso manda. La gente se compra una “televisión”, es decir, un aparato, no la emisora. Yo no me molestaría mucho en luchar contra esa tendencia. Es batalla perdida.
 
Angel Espín Urdangaray se lamenta de “esa odiosa forma de despedirse” que significa la expresión “venga” y que ─según él─ sustituye a otras fórmulas, como “adiós”, “hasta luego” o incluso “gracias”. Sin duda, la fórmula de despedida más coloquial es ahora el “hasta luego” (realmente “t’alogo”). Ha perdido mucho el “vale”. El “adiós” queda para la gente mayor o muy formalista. El “venga” no es tanto un equivalente de despedida como una fórmula para concluir una conversación telefónica. No es fácil, pues los españoles nos enrollamos mucho en el teléfono. El “venga” equivale a “no te enrolles más”, o bien “ya está todo dicho”. Es también un modo de insinuar que nos vamos a ver pronto o vamos a hablar en otra ocasión. Sirve así para transmitir simpatía. Funciona más bien como una interjección que incita al interlocutor a hacer algo, en el caso indicado, a concluir la conversación. Desde luego, en todas esas formas nada tiene que ver con el verbo “venir”. Si no se abusa mucho de ese recurso, puede ser útil.
 

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