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José Carlos Rodríguez

Se abre la campaña electoral

Se han cerrado los recuentos del supermartes en las primarias demócratas, y con éstos las posibilidades del senador John Edwards de optar a la candidatura demócrata para las próximas elecciones en los Estados Unidos. Ello quiere decir dos cosas: que su partido ya tiene candidato, John Kerry, y que la verdadera campaña, la que enfrentará a los dos grandes partidos el próximo noviembre, ha comenzado. Se cierra una incógnita, pero se mantienen aún otras muy importantes, como los nombres de los números dos de ambos partidos.
 
Por lo que se refiere al partido demócrata, John Edwards ha evitado el enfrentamiento personal con su compañero de partido y nuevo líder, y se complementa con él tanto en el estado de origen como en los discursos y en la experiencia. Estos factores han llevado a muchos a especular con la posibilidad de que acompañe a Kerry en su asalto a la Casa Blanca. Pero no es la única opción posible, ya que suenan otros nombres con mayores posibilidades de arrastrar el voto sureño, actualmente en manos de George W. Bush, y que en gran parte decide el futuro ocupante de la Casa Blanca. Por lo que se refiere al segundo de Bush, no está del todo claro que repita el actual vicepresidente, Dick Cheney. Como reconocía recientemente el semanario The Economist, Cheney aportó al joven Bush veteranía y solidez, pero en los próximos comicios podría necesitar un compañero distinto. Un nombre que aporte un aire fresco. Se ha llegado a citar incluso a Condoleezza Rice, que ayudaría en el voto negro y en el de las mujeres, ambos desfavorables para su partido.
 
El candidato demócrata, en cualquier caso, no lo tiene fácil para desbancar al actual presidente. A John Kerry, veterano de Vietnam y líder del movimiento opuesto a la guerra de Vietnam, se le conocen declaraciones y votos en el congreso a favor y en contra de la guerra de Irak del 1991, de la guerra de Irak del 2003, de la pena de muerte contra los terroristas, del matrimonio de los homosexuales, del tratado de Kyoto, de los fondos para la CIA o de la Patrioct Act. En algunos casos ha caído en flagrantes contradicciones y en otros ha mantenido posturas difícilmente reconciliables. Ningún senador ha sido elegido presidente desde John Fitzgerald Kennedy, y a ello no es ajeno el hecho de que se pueden observar fácilmente los registros de votos y declaraciones de los candidatos sobre cuestiones importantes, lo que se puede volver en su contra. Por otro lado, ganar unas elecciones prometiendo subidas de impuestos (y no otra cosa es su propuesta de acabar con los recortes de la Administración Bush) sería una auténtica proeza, ya que hay que remontarse muy atrás para hallar un candidato victorioso con esa posición.
 
George W. Bush tampoco tiene fácil la reelección. En este momento las encuestas le son adversas, pese al espaldarazo de haber encontrado a Sadam Huseín. La economía mejora a ojos vista, pero el empleo se ha retrasado más de lo previsto en esa recuperación. Pese a que los últimos datos llaman a la esperanza, mucho tendrían que mejorar para que Bush no fuera el primer presidente de los Estados Unidos desde Hoover (en plena Gran Depresión) que concluye un mandato con menos número de empleos que cuando lo comenzó. Un dato muy negativo que está pesando en la confianza de los ciudadanos en su gestión y que está siendo profusamente aprovechado por los demócratas. No obstante, cuenta con más posibilidades que su rival.
 
El empleo, por tanto va a ser uno de los ejes de la campaña. Gran parte de las pérdidas de empleo se achacan a la competencia de países como India o China, con grandes masas de trabajadores con salarios muy inferiores a los estadounidenses. Muchas empresas, tradicionalmente manufacturas pero ahora también servicios, escogen economías emergentes para unas labores que no necesitan una mano de obra muy cualificada. Como ejemplo más característico, ha abandonado el país la última fábrica de Levi’s que quedaba en los Estados Unidos. Todo un símbolo americano que tiene que irse fuera para poder llenar los comercios en condiciones competitivas. Esta discusión está ligada a otra que también va a marcar la campaña. Si bien George W. Bush no se ha demostrado un defensor coherente del comercio internacional, se distingue en gran medida del actual discurso demócrata que exige cerrar las barreras comerciales a los países que no cumplan con unos requisitos de derechos laborales y determinados estándares ecológicos; es decir, mayoritariamente a los países pobres.
 
La guerra de Irak y el papel de los Estados Unidos en el mundo volverán a marcar las diferencias entre un partido y otro. Frente a la propuesta marcadamente neoconservadora de los actuales responsables, los demócratas denuncian lo que llaman “unilateralismo” y claman un mayor acuerdo con Europa y la ONU. En definitiva, se enfrentan dos modelos muy distintos de país, con profundas repercusiones dentro y fuera de las fronteras de los Estados Unidos.

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