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Tom Goeller

Un suicidio económico

De repente, Gerhard Schroeder se ha convertido en el canciller alemán más impopular de la historia moderna. Se acabó su luna de miel de seis años. Desde que ganó la reelección por apenas 6.500 votos en septiembre de 2002, su posición en las encuestas ha caído 25%. Y en los últimos nueve meses 40 mil miembros de su partido Social Demócrata han devuelto el carné. Sus compañeros tratan de contener el daño y Schroeder fue obligado a renunciar a la presidencia del partido. Varios analistas ven eso como la muerte política por cuotas. Pero él es un zorro difícil de cazar, como lo ha probado en muchas ocasiones.
 
¿Qué pasó? Schroeder siempre ha sentido pasión por el poder. Desde que fue elegido canciller en 1998 ha utilizado todas las estratagemas conocidas, incluyendo una demagogia no experimentada en Alemania desde 1945. Inmediatamente después de su primera elección confrontó una crisis con sus compañeros de coalición, los Verdes, pero lo salvó el comienzo de la guerra en Kosovo.
 
En 2002, mientras los europeos discutían sobre avances en la integración, Schroeder asustó a sus vecinos de Dinamarca, Holanda y Polonia al hablar de “la manera alemana”. Fue tan insensible que utilizó el temido lenguaje del peor capítulo de la historia alemana.
 
También hizo demagogia con respecto a Irak. Habiéndose quedado sin enemigos desde la caída del Muro de Berlín en 1989, necesitaba distraer la atención de los problemas internos y el presidente Bush fue el blanco. Los alemanes se sintieron bien de tener un canciller decidido y Schroeder consiguió apoyo suficiente para mantenerse en el poder.
 
Por fin, luego de seis años en el poder, se atrevió a trabajar por lo que había sido elegido: promover la economía alemana y reducir el excesivo desempleo. Pero cometió un grave error. Le dijo a su consentida nación que para alcanzar ese objetivo había que comenzar a matar a la vaca sagrada: el estado benefactor. Desde entonces todo ha sido cuesta abajo para Schroeder.
 
Poco antes de las Navidades, Schroeder vio una posibilidad al lograr convencer a dos partidos de la oposición de apoyar su Agenda 2010, el programa de reforma económica con el cual cree poder acabar con la muy larga recesión que sufre la economía más grande de Europa. Pero la propuesta ha sido tan diluida que quizás no logre otra cosa que acabar con la carrera política de Schroeder.
 
Por ejemplo, la oposición en el Bundestag exigió reducir el recorte de impuestos de 15.600 millones de euros a 7.800 millones. El canciller accedió y el Instituto Alemán de Investigaciones Económicas denunció que así no se lograría ningún impacto económico en el año 2004.
 
Y la situación política empeoró porque Schroeder golpeó duramente a los simpatizantes tradicionales de su partido, especialmente los miembros de sindicatos, los trabajadores de más de 50 años y los viejos al congelar las pensiones e imponer un pago de 10 euros por cada visita al médico. El propósito era bajar el costo del seguro de salud y reducir el mal uso de los subsidios estatales a la salud, por parte de alemanes que quieren conseguir permisos por enfermedad además de sus largas vacaciones.
 
La medida funcionó en enero, cuando se redujeron considerablemente las visitas a los médicos, pero ahora tanto los médicos como los farmaceutas están en contra de Schroeder. Por otra parte, no se ha reducido la prima del seguro, por lo que toda la nación está molesta.
 
El canciller también se atrevió a proponer un recorte del tiempo que se le paga a los desempleados para incentivar a estos a buscar trabajo. También facilitó la contratación y despido de personal a las empresas pequeñas de 10 o menos empleados. Pero esto fue demasiado para los sindicatos, los cuales lo apodaron “camarada de los patronos” y lo acusaron de no ser un verdadero socialista.
 
Entre aquellos que están contando con la caída de Schroeder —gente de su propio partido, del CDU (conservador) y FDP (libertario)— hay forcejeos entre la posibilidad de mantener el estado benefactor y la imperiosa necesidad de volver a encender el motor de la economía. Si nadie tiene el coraje de terminar la recesión con fuertes recortes del estado benefactor, Alemania no sólo seguirá cuesta abajo sino que acabará con el euro. Alemania no ha tenido crecimiento económico en tres años y el déficit seguirá estando por encima del 3% del PIB permitido por la Unión Europea. El ministro de Finanzas Hans Eichel admitió recientemente que no hay manera de alcanzar un presupuesto balanceado para el año 2006.
 
Habrá 14 elecciones locales, estatales y nacionales este año en Alemania. Las encuestas predicen desastres para los socialistas. Y ningún mago surge en el horizonte. El mundo puede ser testigo del suicidio económico de un país que fue muy próspero.
 
 
© AIPE
 
Tom  Goeller, jefe de corresponsalía del semanario alemán “Das Parlament” en Washington y analista de Tech Central Station.

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