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Guillermo Rodríguez

Qué hiciste, abusadora

Durante mi etapa escolar tuve que sufrir la presencia de un compañero que se arrogó las funciones de jefe. Elegía los equipos en los partidos de fútbol, determinaba la posición en la que teníamos que jugar y establecía el final del encuentro en el momento que consideraba oportuno. Nadie le rechistaba y, si alguno osaba plantarle cara, sacaba pecho mientras mostraba su mano poderosa para cortar cualquier intento de insubordinación. Todos estábamos a sus órdenes. Sólo una vez un alumno de otra clase tuvo las agallas de cuestionar sus órdenes. Se enzarzaron en una discusión, ambos se mostraron las manos y mi compañero percibió que llevaba todas las de perder. Aún así, trató de evitar la derrota promoviendo un acuerdo, que el otro se negó a secundar tras ver las excesivas peticiones que ‘mi jefe’ exigía. Comprobando que el consenso era imposible, el rebelde arreó una bofetada en plena cara al que hasta entonces todo lo había podido. Se quedó tirado en el patio. Nunca más volvió a monopolizar nuestras decisiones, nuestras horas de colegio.
 
Esta historia me viene a la memoria tras leer las declaraciones de Mario Monti, comisario de Competencia de la Comisión Europea, sobre el caso antimonopolio que se libra contra Microsoft. "Me gustaría informarles de que no ha sido posible llegar a un acuerdo", anunció. "Las partes han acordado estar en desacuerdo", sentenció Horacio Gutierrez, representante de Microsoft. A la compañía de Bill Gates se le abre un frente inesperado que le puede dejar seriamente tocada, nunca hundida. Hace más de dos años superó un proceso similar en Estados Unidos. Entonces llegó a un acuerdo extrajudicial de última hora con el Departamento de Justicia estadounidense, que dirimía si había abusado de su posición de dominio en el sector del software. Pero Europa no es Estados Unidos. La falta de acuerdo obligará a Microsoft a pagar una multa que puede oscilar entre los 200 y 3.000 millones de dólares. Mario Monti ha salido al patio y se ha enfrentado con el todopoderoso Microsoft. Tal vez a partir de ahora la compañía rebaje sus humos y, de paso, reduzca su omnipresencia en nuestras vidas.
 


Pase lo que pase, Microsoft seguirá con vida. Cosa que no puede decir en estos momentos AOL, la mayor compañía de Internet del mundo. Su aliada Time Warner, con la que firmó uno de los peores acuerdos de la historia, está buscando posibles salidas a su división de Internet. Las tres alternativas que se barajan son la venta, escisión o llevar a cabo una vasta reestructuración. La solución, en abril.
 


 
No en abril, sino en marzo, Estados Unidos ha registrado una cifra histórica: tres de cada cuatro ciudadanos dispone de conexión a Internet desde casa. El estudio, elaborado por Nielsen/NetRatings, apunta que el 74,9 por ciento de la población (204,3 millones de personas) pueden navegar sin salir de su hogar. En diez años, Internet ha logrado unos porcentajes de penetración que al resto de medios le ha llevado décadas igualar. Todo un símbolo.


 
La presencia de Internet en la vida de los estadounidenses provoca cambios en las costumbres. Casi todos los medios informativos han perdido audiencia estos últimos años, excepto en tres casos: Internet, los medios dirigidos a grupos étnicos específicos y la prensa alternativa. Se han cambiado los criterios: lo importante es aumentar el número de lectores, distribuir la mayor cantidad de información posible. Es más valiosa la cantidad que la calidad. Los reportajes se compran al peso mientras, paradójicamente, las redacciones se vacían de periodistas. Y eso que decían que la Red iba a ser el paraíso de los plumillas…

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