Lo único que le queda ya de español al Partido Socialista es el odio. Odio a Aznar, odio a la derecha, odio al PP, odio a los que han sabido perder tan elegante como injustamente estas elecciones manchadas de sangre, odio a los que han sabido gobernar para elevar el nivel de los más pobres, odio a los que han sabido crear empleo, odio a los que no han robado, odio a los que no han matado, odio a los que, en fin, han demostrado ser mejores que ellos en todos los sentidos: moral, ético, político y social. Y que, además, no les odian a ellos. Eso es quizás lo que más odio les produce. Pero el que siembra, sin duda, recogerá.
Lo único que hasta ahora sabemos del atentado del 11-M es que le ha servido al PSOE para ganar las elecciones. La mayoría no se recatan en reconocerlo. Tampoco se recata Blanco en reconocer que ha sido Polanco la clave para manipular el dolor y el luto de los españoles en vísperas de la campaña electoral. Se inventaron islamistas suicidas, se inventaron una respuesta de Al-Qaida, no hablaron nunca de marroquíes (con lo que le gusta hacerlo a la Voz de Ab-Delkader) y, lo que acabará siendo más grave, supieron siempre antes que el Gobierno lo que estaba haciendo la policía con la investigación.