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Francisco Cabrillo

Michel Chevalier: de la cárcel a la política

Michel Chevalier forma parte del escaso número de economistas que han pasado a la posteridad por haber dado su nombre a una decisión política o una medida de reforma económica verdaderamente relevante. Hoy su figura aparece ligada de forma indisoluble al Tratado de Comercio Anglo-Francés del año 1860, conocido también como el Tratado Cobden-Chevalier, en honor de los dos hombres que lo negociaron y consiguieron hacerlo realidad. Este acuerdo comercial tuvo una gran importancia en el siglo XIX. Por una parte, suponía una ruptura con la larga tradición proteccionista de Francia. Pero había en él algo más. Un acuerdo de liberalización del comercio firmado por los gobiernos de los dos países más importantes de Europa fue interpretado por mucha gente como un paso decisivo hacia el librecambio en todo el Continente. Años más tarde las cosas se torcieron y Francia no tardaría mucho en volver a sus políticas protectoras. Pero el compromiso de Cobden y Chevalier ha quedado en la historia como ejemplo de una forma de integración de las economías europeas que, desafortunadamente, no llegó a tener el éxito a la que parecía destinada.
           
En 1860 Michel Chevalier podía presentar un curriculum político y académico realmente impresionante. Nacido en Limoges en 1806, se graduó brillantemente como ingeniero en la Escuela Politécnica en 1830. Tras viajar durante dos años por los Estados Unidos, estudiando el nuevo país, fue nombrado Consejero de Estado en 1838 y catedrático de economía en el Colegio de Francia dos años más tarde. Diputado en 1845 y académico en 1851 fue asesor de Napoleón III y muchos lo consideraron como el auténtico “cerebro gris” de la política económica del Segundo Imperio.
           
Pero en esta biografía de éxitos nos hemos olvidado algo. El año 1833 Chevalier ingresó en la cárcel, condenado por ofensas a la moral pública. ¿Cómo había llegado el joven y brillante ingeniero a esta situación? Unos años antes Chevalier había pasado a formar parte del grupo de reforma social inspirado por el Conde de Saint-Simon. Y había mantenido un contacto directo con uno de sus principales dirigentes, Prosper Enfantin. Este personaje fue uno de los tipos más pintorescos de la Francia de la época. También ingeniero y saintsimoniano convencido, llevó las ideas de su maestro mucho más allá de lo que éste hubiera podido siquiera imaginar. Creó una auténtica religión, en la que se atribuyó la categoría de “Padre” y fundó una comunidad, que recuerda bastante por cierto a aquellas comunas que surgieron en Europa y en Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970. Gracias a él esta comunidad tenía un padre. Pero le faltaba una madre. Y fue la búsqueda de esta posible madre, que en su curiosa terminología había adoptado el título de “mujer-mesías”, lo que le llevó a un curioso viaje a Egipto. No encontró allí, ciertamente a la mujer–mesías. Pero no desaprovechó su estancia, ya que en ella llevó a cabo algunos estudios preliminares para la construcción del canal de Suez, que años más tarde realizaría Lesseps.
           
En 1830 ofreció a Chevalir la dirección del periódico saintsimoniano “El Globo”. Y allí empezaron los problemas de ambos. Enfantin escribió sobre la liberación de la mujer y afirmó que, para ello era necesario, en primer lugar, que se terminaran con la idea de la fidelidad en el matrimonio. Aquello no gustó, ciertamente, al gobierno; y autor y director fueron detenidos en agosto de 1832, procesados y condenados a la pena de un año de prisión y al pago de 100 francos de multa. Pasaron entre rejas siete meses y medio, siendo indultados al cabo de este tiempo. Y Chevalier conservó en adelante su interés por el funcionamiento de los establecimientos penitenciarios. En su viaje a América visitó una cárcel en Filadelfia, que le causó gran entusiasmo al encontrarla “confortable, a diferencia de nuestras abominables prisiones francesas, sucias, infectas, gélidas en invierno y húmedas en verano”. Sabía bien de lo que hablaba.
 

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