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Carlos Ball

Desigualdad ante la Ley

La Unión Europea acaba de imponer una multa récord de 497 millones de euros a Microsoft. Según el comisionado de competencia Mario Monti, “Microsoft ha abusado su virtual poder monopólico”, insistiendo que así está “protegiendo la competencia y estimulando la innovación”. Esa no parece ser la verdadera razón porque lo que tratan de evitar es que Microsoft incluya otros de sus programas junto al sistema operativo que vende. Los burócratas europeos quieren que esos programas sean vendidos por separado. El 3 de abril de 2000, un juez norteamericano determinó que Microsoft había violado las leyes contra monopolios, lo cual fue el detonante que inició la caída vertiginosa de las acciones de tecnología, las cuales todavía no se han recuperado. Nuestro mensaje a la burocracia es: “no nos ayuden tanto”.
 
Sin las invenciones de Microsoft, millones de pequeños empresarios alrededor del mundo no podríamos hoy competir con empresas grandes en la venta de servicios o la elaboración de productos. Pero Bill Gates, en lugar de ser condecorado como héroe de la competencia, causa profundas envidias entre funcionarios que no conciben que el mercado premie a alguien con miles de millones de dólares.
 
Antes, Microsoft no tenía ni siquiera una oficina en Washington, pero la experiencia la ha llevado a contratar a los más hábiles y mejor relacionados cabilderos, lo cual seguramente repetirá en Bruselas, y a Bill Gates a regalar muchos millones de dólares a causas “políticamente correctas”, en lugar de aquellas que refuerzan los principios capitalistas y de libre mercado. Al igual que tantos millonarios latinoamericanos y españoles, Gates cree que abrazarse con los socialistas y ecologistas protegerá sus intereses.
 
Los políticos y burócratas debieran haber aprendido que la única manera en que algún monopolio o cartel se apodera del mercado es a través de privilegios concedidos por los gobiernos. Cuando hay total libertad de ingreso al mercado, las empresas más poderosas de hoy no tienen su futuro asegurado porque sin apoyo político siempre confrontarán la posibilidad de que alguien invente un mejor producto o servicio. La Ford, el fenómeno industrial de comienzos del siglo XX, fue desplazada del primer puesto en la venta de vehículos por General Motors y recientemente del segundo puesto por Toyota. Y hace 10 años, ¿quién creía posible que Dell vendiera más computadoras que IBM?
 
Pero esos mismos políticos y funcionarios que pretenden protegernos de los acaparadores demuestran total ceguera cuando el monopolio o el cartel está conformado por otros gobiernos. Así como Microsoft en gran parte hizo posible que yo lanzara hace 13 años mi propio servicio de prensa, el cartel de la OPEP está poniendo en peligro mis vacaciones (y las de muchos otros) este verano, al disparar el precio de la gasolina hasta alcanzar un nuevo récord histórico. ¿Por qué a la OPEP no se le aplica el principio de igualdad ante la ley?
 
La OPEP no es más que un club de gángsteres fundado en 1960 por Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Venezuela para mantener altos los precios del petróleo, utilizando esa inmensa fuente de rentas para enriquecer a minorías políticas corruptas y asegurándose que las elites gobernantes no pierdan jamás el control económico aportado por el “oro negro”. Así vemos que, 44 años más tarde, las economías de los miembros de la OPEP, lejos de diversificarse, siguen dependiendo absolutamente de sus exportaciones petroleras y hoy el venezolano promedio es mucho más pobre que en 1960.
 
En Rusia, entre 1992 y 1994, a través de la distribución de vales a la población, se logró privatizar el 70% de las empresas grandes y medianas que habían pertenecido al estado soviético. Yo esperaba que pronto después de la invasión de EEUU a Irak fuera a circular el dólar en ese país, para evitar que futuros gobiernos robaran a la población imprimiendo dinares, como suele suceder en América Latina. Y también que la propiedad de la empresa petrolera estatal fuera traspasada a los ciudadanos iraquíes. Nada de eso se ha hecho. Washington aparentemente no cree que los iraquíes deben convertirse en propietarios de su riqueza petrolera y mucho menos lo cree así las Naciones Unidas, donde la visión preferida del futuro es la multiplicación de entes estatales como la OPEP para controlar y “redistribuir” la riqueza, supuestamente en beneficio de los pobres y del medio ambiente.       
 
© AIPE
 
Carlos Ball, director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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