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Armando Añel

Una vieja señora se desnuda

Todo o casi todo en la reacción europea a la escalada del terrorismo islámico parece confirmar los peores augurios de los más pesimistas entre los pesimistas: La Vieja Europa que calificara el “primitivo” Rumsfeld prevalece sobre la nueva, si es que ésta alguna vez fue más allá de presentar credenciales. Tras las amenazas a Gran Bretaña, Francia e Italia, la masacre de Madrid y las posteriores movidas fundamentalistas, la Unión Europea continúa apostado por una estrategia de contención, incapaz de estructurar una respuesta cotundente, que pase a la ofensiva en todos los frentes y desde todos los ángulos. Un caso ilustrativo es el de buena parte de la sociedad española, que ni siquiera tras haber sufrido en carne propia la devastación se rinde a la evidencia de que el fanatismo no admite medias tintas.
 
Junto a otros fenómenos de raíz totalitaria, el terrorismo islámico se retroalimenta de movimientos e ideologías antiglobalización incesantemente manufacturados, exportados o maquillados por la izquierda desde sus centros de poder mediático. De ahí que cierta Europa inmovilista, dominada en sus resortes estamentales por la progresía conservadora, encuentre poco atractivo y hasta contraproducente enfrentar a los principales enemigos de su enemigo: Luego de haber demonizado durante décadas a la principal potencia mundial, de haber denostado sin cesar el modo de vida americano, de haber culpado a los Estados Unidos, en fin, de cuanto hay -de malo- en las cuatro esquinas del globo, resulta poco menos que inconveniente irse a la guerra junto a Washington o reconocerle la coherencia de batir a aquellos que de una forma u otra ponen en peligro la coexistencia global. Porque la globalización no sólo es consecuencia de la expansión de principios como el libre comercio, el respeto a la propiedad privada o el ejercicio de los derechos individuales, sino causa de que éstos sean amenazados por los fundamentalismos nacionalistas, religiosos e ideológicos.
 
Tras cooperar decisivamente en el encumbramiento de los socialistas españoles, Al Qaeda o sus ramificaciones han decidido pasarles la factura recordándoles que mientras no retiren las tropas de Irak y Afganistán -en su día, primer territorio libre del efecto globalización- España permanecerá en la mira del fundamentalismo islámico. La reacción de la izquierda no se ha hecho esperar: Por boca de la cineasta Pilar Bardem, durante una reciente manifestación en el madrileño Leganés, aseguró que sus “armas son las del diálogo, la tolerancia, la solidaridad, la no violencia y la lucha por la paz”, al tiempo que culpaba al Gobierno saliente de la escalada terrorista. Visto lo visto, la Vieja Europa se desnuda, pero esta suerte de tembloroso striptease sólo puede causar risa, cuando no envalentonar, a aquellos a los que va destinado. Cría cuervos, que te sacarán los ojos.

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