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EDITORIAL

Irak: las tropas y el tiempo que haga falta

Aunque el portavoz de la coalición militar aliada en Irak, el general Mark Kimmitt, ha asegurado confiado que las tropas aliadas derrotarán a los adeptos armados del fanático y criminal clérigo chií Muqtada al-Sadr, nos resulta evidente la necesidad del envío de más tropas para consolidar la transición política y combatir el terrorismo islámico.
 
El secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha anunciado que el Estado Mayor “estudia enviar contingentes adicionales de tropas”, mientras se ha excusado por no haberlas enviado antes con argumentos tan poco consistentes como el de decir que, tanto él como el presidente, George Bush, preguntan con frecuencia a los mandos en Irak si necesitan más tropas. "Es a ellos a quienes escuchamos cuando se trata de tomar estas decisiones. Ellos decidirán lo que necesiten, y recibirán lo que necesiten".
 
Nos negamos a creer que hayan sido los propios mandos militares destacados en Irak los que hayan denegado la oferta de recibir refuerzos. Pero con independencia de ello, lo cierto es que desde el Pentágono se aseguró, antes de la intervención militar, que no se escatimarían esfuerzos en la posguerra iraquí afirmando que se desplegarían hasta 250.000 soldados y que se llevaría a cabo una transición similar a la que salvaguardó la ocupación aliada de Japón, iniciada en 1945 y concluida siete años después.
 
Actualmente hay en Irak un total de 135.000 soldados estadounidenses y desde Washington no se está inculcando a la opinión pública la necesidad de una larga estancia de las tropas tras el traspaso de soberanía fechado para el próximo mes de junio.
 
Aunque el Gobierno provisional iraquí –al igual que los sondeos celebrados entre la población civil- son los primeros interesados en que las fuerzas aliadas permanezcan el mayor tiempo posible, no hay que minusvalorar el impacto de la propaganda terrorista y de los sectores más integristas, que es, de hecho, la misma que propagan la mayoría de los medios de comunicación en los países occidentales: “La población iraquí resiste a sus ocupantes”, cuando en realidad son los terroristas los que están masacrando a los civiles y a los aliados que tratan de protegerlos. La revuelta del sector más fanático y liberticida de la población chií, no hay que negarlo, es ahora otro obstáculo para la transición que se suma a las intervenciones del terrorismo de Al Qaeda. Una razón más para recuperar la determinación y el ejemplo de lo que se hizo en Japón a partir de 1945. El mundo libre —y no sólo EE UU— se juega en Irak tanto o más que entonces.
 

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