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Amando de Miguel

Palabras de ánimo

Por necesidad del guión, en esta seccioncilla me suelo concentrar en los mensajes que significan queja o crítica. Pero sería un acto descortés si me quedara solo en ese útil estímulo negativo y  no recogiera las expresiones de ánimo y felicitación, que son innúmeras. Al menos por una vez haré explícito mi agradecimiento a esos mensajes que me transmiten ánimo y voluntad de seguir en la brecha. Ahora que lo pienso, mala cosa es que tantos lectores tengan que animarme (como si mi trabajo fuera a fenecer) o que agradezcan mi labor (como si fuera heroica). Es comprensible que algunas cartas insultantes vengan con pseudónimo, pero entiendo que esa misma cobardía la usen algunos de los que me dan ánimo o me felicitan. Son pocos, la verdad, pero es un síntoma preocupante.
 
David, un charnego de Barcelona, es uno de los que me felicitan y me animan por mi defensa del idioma español en el caso catalán. David está orgulloso de ser español, catalán y del Barça. Me cuenta que su madre, apoderada en una mesa electoral, fue insultada como “asesina” por un niño de siete años. Se supone que el chaval acompañaba a sus padres en el rito de la votación. Hemos llegado al odio. ¿O simplemente lo hemos recuperado?
 
Federico Pérez García, de Barcelona, me da también muchos ánimos. Se los devuelvo, puesto que, según dice, “en Barcelona, afirmar que uno escucha la COPE o leer Libertad Digital y ser tachado de facha es todo uno”. Considera que “los españoles en Cataluña son una especie en extinción”. Salvémosla.
 
JM y Ana, de Cataluña, se apuntan a la hueste que me anima para que siga defendiendo la libertad de pensamiento, “tan maltrecha en Valencia y Cataluña”. ¿Será verdad?
 
El mensaje animoso (o “animante”) me llega nada menos que fechado en Cedar Park (Texas, USA), desde donde me escribe Vicente Rodríguez, ingeniero electrónico.
Más cercano es el billete de ánimo y admiración que me envía José Alba Peña desde Valencia. Al hombre le desconcierta mi talante democrático, que consiste, según él, en contestar con sentido del humor a ciertos comentarios biliares. ¡Quin remei, xiquet!
 
Alberto Altozarra Fernández, residente en Cataluña por motivos de trabajo, se siente “ciudadano de segunda, insultado, engañado, manipulado”. Me da las gracias, y al resto de los colaboradores de LD (lletraferits, diría yo) por “el trabajo fantástico que desempeñan”. Gracias, hombre.
 
Tendría que registrar los centenares de correos que me llegan con el mismo espíritu de felicitación. No tengo espacio. Vaya una pequeña muestra: Carlos Buil (turolense de Cataluña), Matías Santiago (Madrid), Etsuo Tirado Hamasaki (médico mexicano, de origen japonés, residente en Sonora, México). Este último confiesa que le caigo simpático, “aunque no siempre estemos de acuerdo”. Admirable.
 
Que no se me pase contestar a Helios Pla. No hace honor a su nombre la oscuridad de su mensaje, y no es porque esté escrito en catalán y penosamente traducido por él mismo. Sostiene que no le extraña que los que me insultan sean solo catalanes, pues no hago más que hablar mal de ellos y les tengo envidia. Una vez más y espero que sea la última. Yo no he insultado jamás a los catalanes; en todo caso puede que me haya desahogado con algún bufanúvol (en madrileño, gilipollas), que siempre los hay en todas partes. Pero insultar a todo un pueblo me parece de idiotas, en su prístino sentido. Lo de que “tengo envidia de los catalanes”, pues lo mismo. A algunos los envidio porque me gustaría ser como ellos. Pero envidiar a todos ellos, así en general, sigue siendo una cretinez. Lo que sí entiendo es que don Helios trata de oscurecer mis argumentos con el expediente del desprecio. Nada envidiable.
 
 

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