Un "crecimiento espectacular" prometió Lula y lo que según la oposición consiguió es un "crecimiento del espectáculo". Su popularidad cayó de 66% a 54%, desde fines de 2003. Según la Iglesia Católica, nunca se vio tanta miseria en Brasil. Es el resultado del socialismo del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Aumentó la pobreza, como lo demuestra la caída del PIB, y también aumentó la desocupación que alcanza actualmente 12,9%. Por otra parte, los "programas sociales" son una farsa; el programa llamado Primer Empleo creó un único puesto, el de un camarero, cuando Lula había prometido 10 millones de empleos.
Las críticas surgen también desde el propio gabinete de Lula. El ministro de Agricultura, calificó de "vagabundo" al de Planificación. La Central Unica de Trabajadores (CUT), fundada por Lula, y los economistas del PT reclaman un cambio en la política económica "ortodoxa". A las críticas de los empresarios, se les sumó su principal fuerza aliada, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de "centro", que exige una política más desarrollista. Así, lo grave es que los críticos le están pidiendo que aumente el gasto estatal que ya es exagerado. Y para colmo de males, el gobierno de Lula está impidiendo que inspectores de la ONU examinen una planta de enriquecimiento de uranio, abriendo la posibilidad de un conflicto internacional.
Su principal aliado internacional, el presidente argentino Kirchner, también tiene sus problemas. Si todavía es popular se debe a que la economía creció 8,7% durante 2003, pero éste no es un crecimiento genuino, sino un rebote después de caer 11,2% durante 2002 y en gran parte debido al aumento de 100% en el precio de la soja, principal exportación nacional. Pero la falta de reformas estructurales (desregulaciones y privatizaciones) hace que el país siga en decadencia.
El congelamiento por parte del gobierno de las tarifas ha provocado un aumento desmedido del consumo de gas, por su relativamente bajo precio. Solamente durante el año 2003, 1,6 millones de automóviles pasaron de usar gasolina a gas natural comprimido, pero al dejar de ser rentable, las empresas dejaron de invertir en producción de gas. En los años 90 se perforaban 100 pozos al año, pero en 2003 menos de 25. Y el congelamiento de las tarifas eléctricas está provocando una crisis energética que trabará el desarrollo argentina, mostrando que la estructura económica va camino al colapso. Además, la nueva política enfrenta al país con Chile, al que se le había prometido un flujo ininterrumpido, dado que el 95% de su consumo es de gas argentino, del que depende el 37% de la energía eléctrica del vecino país. De hecho, Chile dijo que Argentina ya no era un país confiable y Paraguay le solicitó a Kirchner revertir la política energética común.
Paralelamente al aumento de la desocupación y la baja en los salarios están aumentando los delitos. En Argentina, durante la última década, las tasas de homicidio se han disparado en 300%. Así, como consecuencia del asesinato de un joven de 23 años a manos de sus secuestradores, se organizó recientemente en Buenos Aires una multitudinaria manifestación con fuertes críticas a todos los poderes del Estado, que ha puesto en jaque a la administración Kirchner. Sin embargo, la multitud sobrepasada por la ira, al grito de justicia, pide venganza con medidas que definitivamente cercenarán aún más las ya poco abundantes libertades ciudadanas. Además del endurecimiento de las penas para los delincuentes y aumento en la represión policial, exigen mayor control de los teléfonos móviles y de las personas, cuando la delincuencia en la Argentina es, precisamente, consecuencia de la violencia estatal que impone leyes económicas y laborales coactivas (garantizadas con la represión policial) que producen una altísima desocupación y marginalidad.
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Alejandro A. Tagliavini, miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas).