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Hana Fischer

"Ladran, Sancho"

“Ladran, Sancho, señal que nos movemos” debe ser una de las metáforas más famosas de la lengua de Cervantes. Y no hay imagen más precisa para describir el avance de los que luchan por la libertad y el fin de la mascarada del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, ante la opinión pública internacional.
 
En Montevideo, el 27 de marzo, los embajadores de Venezuela ante Argentina y Paraguay, participaron junto a sus homólogos de Uruguay y Chile, en un encuentro de coordinación en el que aprobaron una “agenda de trabajo” para el 2004. A la reunión, también asistió el presidente de Petróleos de Venezuela S.A., Alí Rodríguez.
 
Durante una conferencia de prensa posterior a la reunión, los diplomáticos dijeron que las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos que ocurren en Venezuela, forman parte de una “campaña de distorsión del proceso”, llevada adelante por una “dictadura mediática” que busca, a través de “noticias falsas y tergiversadas” derrocar al gobierno.
 
María Urbaneja, la embajadora ante Uruguay, negó que haya presos políticos en las cárceles de su país y señaló que “no hay muertos con armas de fuego de militares” venezolanos.
 
Sin embargo, José Huerta, embajador en Paraguay, la contradijo al declarar al semanario uruguayo “Búsqueda”, que “ningún proceso revolucionario es puro” y “todos tienen puntos oscuros.”
 
Ante una pregunta del periodista, Huerta admitió que en algunos casos, esos “puntos oscuros” pueden ser violaciones a los derechos humanos, pero justificó esas acciones en el marco de la protección al “proceso revolucionario” que según dijo, se está llevando a cabo en Venezuela. “Es posible que haya existido algún herido, golpeado e incluso muertos, pero lo que a nosotros nos interesa es que se muestre todo el proceso revolucionario con lo bueno y lo malo, no solamente la parte negativa… Este es un proceso revolucionario. Por lo tanto, no vamos a permitir que nada lo detenga… ” –afirmó.
 
¡Vaya paradoja histórica! En la década de los años 70, cuando Venezuela brillaba como una excepción en este continente, éramos los ciudadanos del Cono Sur, sometidos por aquel entonces a brutales dictaduras militares, los que teníamos que presenciar –con bronca e impotencia- escenificaciones similares.
 
Nuestros “embajadores” también iban por el mundo, a “explicar” que sus gobiernos eran “víctimas” de la subversión y de la “prensa deformadora”.
 
¡Triste papel el de esos diplomáticos, que ni siquiera saben que las palabras “proceso” y “puntos oscuros”, traen amargos recuerdos por estas latitudes! En vez de conseguir solidaridad hacia las autoridades de su país, lo que han logrado, es despertar en nuestra sociedad -por analogía- la conciencia de lo que está ocurriendo en la tierra hermana.
 
¿Cómo es posible que en un lapso tan breve (históricamente hablando), los papeles se hayan invertido en forma tan drástica? ¿Por qué parecería, que el “destino manifiesto” de Latinoamérica, sea el de caer constantemente en la tiranía? ¿Qué hay de malo con nosotros?
 
“El dinero es libertad”, escribe Milton Friedman. Por eso, para medir cuán totalitario es un gobierno –aún aquellos bajo apariencia democrática- basta con observar si existen restricciones al acceso de divisas, cuántos sectores de la economía son “controlados” y qué proporción de las fuentes de riqueza nacional es estatal.
 
La gran “tara” latinoamericana es cultural. Nuestros constantes descalabros económicos y políticos, no son más que la consecuencia lógica, de la aplicación sistemática de ideas equivocadas.
 
Nos jactamos de valorar a la democracia y, al mismo tiempo, despreciar a la libertad económica. ¡Qué tontos que somos! Ignoramos que fueron avances económicos los que hicieron posible el surgimiento y ejercicio de los derechos individuales, incluidos los políticos.
 
Estremecedoramente proféticas resultan estas palabras del pensador Carlos Rangel, escritas alrededor de 1980: “Podría temerse que los países del Cono Sur, cuyas democracias aparecían en el primer tercio de este siglo (XX) tan sólidas o más que la de Venezuela hoy, hayan transitado anticipadamente un camino que ahora podríamos estar recorriendo los venezolanos. Se trata de una reflexión pavorosa. Una nueva dictadura militar en Venezuela no encontraría ahora el pueblo dócil...”
 
 
© AIPE
 
Hana Fischer, analista política uruguaya, vivió varios años en Venezuela.

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