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Carlos Semprún Maura

Córcega sin solución

Sólo tres días fue detenido Jean-Louis Talamoni, interrogado por la brigada financiera de la policía y el juez Courroye, y el domingo por la tarde salió libre, pero “bajo control judicial”, volvió a Córcega, en donde le esperaba en el aeropuerto un grupo de amigos que le vitorearon como a un héroe, víctima de la “represión colonial”.
 
El sábado por la tarde ya se habían producido violentos disturbios en Bastia, siempre contra esa “represión colonial”, cuando en resumidas cuentas todo es asunto de pelas, de bandidos con su “impuesto patriótico”. Talamoni, presidente de Córsica Nazione, es como Otegui, chez nous, el escaparate legal de los clandestinos, el portavoz de los terroristas. Desempeñó cierto papel en las negociaciones de Matignon, con el gobierno Jospin, que terminaron en agua de borrajas, luego fue uno de los protagonistas del “si” en el referéndum sobre la autonomía de la isla, montado por Sarkosy, siguiendo en este caso, los pasos de Jospin, pero ganó el “no”.
 
Antes de ir a Bercy (Ministerio de Economía y Finanzas), para terminar de arruinar a todos los franceses, Sarkosy, tras los desastres de su política corsa, aún Ministro de Interior, se encaró con el entramado nacionalista gangsterial, encarcelando a Charles Pietri, “capo mafioso”, y amigo, bueno patrón de Talamoni. Este lunes 19, la prensa finge descubrir que “con los nacionalistas corsos, la política sólo es la coartada de las maguouilles (trampas, desfalcos, dinero sucio), como escribe Charles Lambroschini en su comentario de Le Figaro. ¡A buenas horas mangas verdes”.
 
Yo, que no he pisado Córcega en mi vida, que no soy experto de nada, y aún menos de los asuntos de la isla, pero que sé leer y escuchar, ya lo había escrito en diferentes ocasiones y hace años. En el caso de Talamoni, sirvieron ésta vez de testigos a cargo, dos ex dirigentes de Nouvelles Frontiéres: Jacques Maillot y Jean-Christophe Pinot, quienes desvelaron ante el juez, como se dinamitaban sus hoteles cuando no cedían al chantaje del “impuesto patriótico”, exigido por la mafia, y por lo visto por el propio Talamoni.
 
Cabe preguntarse por qué esos señores han esperado tanto tiempo, ya que los hechos que denuncian comenzaron a principios de los noventa, para denunciarlos. Resulta que fueron a la vez víctimas y cómplices de la mafia corsa. Seguro que echando cuentas han considerado que pese a las mordidas de los terroristas corsos, sus negocios en la isla (viajes y hoteles) seguían siendo rentables, y por lo tanto ¡adelante y todo para bien!.
 
Resulta, además, que parecía encantarles tener citas clandestinas en el maquis con encapuchados terroristas, que les ordenaban a quien tenían que pagar. No cabe la menor duda de que jamás hubieran aceptado ese tipo de negociaciones comerciales con metralleta, tratándose de Holanda, o Suecia, pero es que Córcega es diferente... Y es cierto, es una mafia repelente. Tendrían que devolverla a Génova, pidiendo disculpas.

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