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Aunque la deserción de la coalición internacional que derribó el régimen genocida de Sadam Husein y trata de instaurar un sistema constitucional en Irak sea responsabilidad exclusiva de Zapatero, la que ha quedado ante la mayor parte de los países occidentales como un país traidor y cobarde que se ha rendido ante el terrorismo islámico es España. Por eso es conveniente, además de humanamente inevitable (esperemos que Rajoy y su séquito lo entiendan), que Aznar y otros líderes del PP hagan saber a quienes hasta ayer eran nuestros aliados que toda España no es igual, que no todos comparten la decisión del nuevo Presidente del Gobierno y que para millones de españoles esa decisión de Zapatero es algo que les abochorna y no algo que les alivia.
 
Por desgracia, tanto los aciertos como los errores de un Gobierno no los comete Fulánez, sino su país. Y el crédito y la solvencia que España había adquirido durante ocho años de constancia en las alianzas y seriedad en los tratos se lo ha cargado el PSOE en tres días de Gobierno. Sería conveniente que Aznar y compañía explicasen también a laboristas y demás europeos, hoy indignados por nuestra deserción iraquí, que además de romper la política exterior de España estamos ante un acto deliberadamente electoral del PSOE con el que piensa arrasar en las próximas elecciones europeas. Y que, como bien escribió Pérez Maura en el Wall Street Journal en un artículo profético, Neville Chamberlain también puede hablar español. Solana habla inglés, por ejemplo. Y, seguramente, Moratinos. A Aznar le ha bastado con el español para servir a España, sin traductor automático. Y está bien que se sepa que esto no es una tribu ni una kabila. Y que muchos millones de españoles seguimos de corazón con los que se quedan en Irak, aunque no sean españoles. Pero siguen siendo los nuestros.
 

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