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Pío Moa

Las traiciones de Mr. Bean

Ante la retirada zapateril de Iraq, un desafortunado artículo del Wall Street Journal comparaba a su autor con el franquismo y su supuesto aislamiento de Europa. Ni Franco creía que Europa empezaba en los Pirineos, ni estuvo aislado a partir de mediados de los 50. Casi podríamos decir al contrario, sólo dejó de tener relaciones con quienes no quiso tenerlas, y obtuvo unas condiciones muy ventajosas de la entonces Comunidad Económica Europea. Y tampoco se aísla Zapatero de Europa, sino que coopera con sus dirigentes más poderosos, aunque sea contra los intereses más evidentes de España. El periódico useño cae en la misma trampa oportunista de llamar “fascistas” a los comunistoides batasunos. Como la izquierda ha conseguido demonizar a sus adversarios como fascistas o franquistas, se les quiere devolver la pelota, pero sólo se exhibe falta de criterio y de capacidad para explicar debidamente las fechorías del comunismo o, ahora, del terrorismo.
 
La retirada de las tropas de Iraq constituye una abierta y desvergonzada traición a quienes luchan contra el terrorismo, y un servicio inapreciable a Ben Laden. Éste, con toda razón, habrá interpretado el hecho como un ataque al frente antiterrorista y una espléndida y poco costosa victoria para él, brindada por el esperpéntico líder español, cuya inconsciencia y bobería se revela en la pretensión de vendernos la burra como una manifestación de su absoluta oposición al terrorismo “internacional”. Tampoco extrañará que los terroristas domésticos y los separatismos que de un modo u otro le apoyan o se valen de él, estén no menos contentos y esperanzados que Ben Laden, porque coinciden en gran parte de sus objetivos. Estos son datos tangibles, mucho más significativos que el de quién, concretamente, pudo estar detrás del 11-M (sin que esta última cuestión deje de tener importancia, desde luego).
 
La zapaterada en Iraq no se relaciona en modo alguno con Franco, sino con un precedente mucho más próximo: la visita a Marruecos en plena crisis entre Madrid y Rabat. Recuérdese que la crisis fue provocada unilateralmente por Mohamed VI, y precisamente porque Aznar mantuvo una posición de principio en relación con el Sahara, sin ceder al oportunismo francés y useño en la cuestión. Fue una presión del déspota marroquí sobre un país democrático para que éste aceptase la vulneración de los acuerdos de la ONU sobre los saharauis. Entonces Zapatero, cuyo partido siempre ha defendido a los saharauis –de boquilla y por hacer demagogia–, viajó a Rabat a congraciarse con Mohamed. A veces, en los países democráticos, el líder de la oposición ha realizado gestiones internacionales para suavizar una tensión, pero siempre a favor de su propio país y a petición o con permiso del gobierno, que legalmente es el único capacitado para gestionar la política exterior. En este caso ocurría al revés. Zapatero actuó al margen y en contra del gobierno español y a favor del marroquí, en contra de una democracia y a favor de una tiranía, en contra de la ONU y a favor de la imposición violenta contra los saharauis. Fue un episodio de abierta e indisimulada traición, como señaló entonces Jiménez Losantos, aunque casi todo el mundo prefirió mirar a otra parte y dejarla impune.
 
Con su traición en Iraq, Zapatero no hace sino repetir la de entonces. Nuestro panderetesco jefe de gobierno realiza sus fechorías con una sonrisa vacua y bajo el lema hippy de paz y amor. Pervirtiendo absolutamente el lenguaje, disfraza de “generosidad”, “buen talante” y hasta “regeneración democrática” sus cesiones y obsequios a los enemigos de la paz y de la democracia, y sus vulneraciones de las reglas del juego, como habla de la promoción social de los “humildes” el jefe de un partido que dejó España con más de tres millones de humildes en paro. Por esa aparente inconsciencia, algunos lo han confundido con el mister Chance de la película famosa, pero recuerda mucho más a mister Bean: un necio malintencionado. Quien le tomó las medidas desde el primer momento fue Mohamed VI, cuando lo hizo retratarse bajo el famoso mapa en que las islas Canarias tenían el mismo color que el territorio marroquí.
 

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