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Armando Añel

Segundo frente

No parece exagerado, ni siquiera novedoso, asegurar que Occidente libra una guerra en dos frentes. A la vera de sus fronteras culturales, los fundamentalismos postmodernos afinan la puntería, con el integrismo islámico y las oligarquías antiglobalización, primos no precisamente lejanos, a la cabeza. Pero es en el frente interno, en su propia sala de máquinas, que la nave de la democracia hace aguas. Quién garantiza que a mediano o largo plazo los boquetes no acaben transformándose en el barco.

El tratamiento informativo brindado por la mayoría de los mass media occidentales al régimen de Sadam Hussein, a su derrocamiento o a la posterior escalada terrorista en Irak (más la actitud de amplios sectores políticos y sociales, rehenes de la progresía mediática), esboza este último escenario. Aunque el del No a la Guerra resulta un ejemplo redundante, casi trivial, sobresale por su actualidad y la crónica de la infamia elaborada por sus sostenedores.

Con Sadam Hussein en funciones, los grandes centros de poder mediático subestimaron las prácticas genocidas del régimen baasista, cuando no centraron sus críticas en las sanciones comerciales implementadas por Naciones Unidas. Decenas de miles de individuos pasados por las armas, gaseados, torturados; centenares de fosas comunes, de mujeres violadas, de familias perseguidas. Silencio de los mass media. Con Sadam Hussein en fuga, los grandes centros de poder mediático minimizaron el júbilo de buena parte de la población liberada para sobredimensionar los errores aliados –que los ha habido... ¿Pero dónde no los hay?–, encadenando tremebundas hipótesis en torno a las motivaciones de Washington. Con la ofensiva fundamentalista en pleno apogeo, los grandes centros de poder mediático legitiman la “resistencia iraquí”, a pesar de que los métodos, y sobre todo las víctimas, revelan el protagonismo de un terrorismo inclemente, que se ha cobrado la vida de decenas de niños. Indiferencia de los mass media. Indiferencia de las jaurías antisistema. Indiferencia del pacifismo de pancarta. En Irak están matando niños pero qué pena, no los matan los americanos.

Coordinado por la izquierda tradicional y la intelectualidad conservadora –en traje de baño progresista– este segundo frente antiliberal, antiglobalización, antioccidental, corroe desde dentro los pilares del Estado de Derecho. Y no porque critique la actuación de gobiernos democráticamente elegidos –lo que a fin de cuentas constituye un ejercicio de independencia prioritario en las sociedades abiertas–, sino porque le hace el juego al terror, y le decora la casa, y le corre las cortinas. Porque manipula la información al servicio de los enemigos de la libertad y alimenta, desde el sopor de los pesebres mediáticos, a una generación de carneros dispuesta a pisotear la democracia en nombre de la democracia.

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