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Nada compensa la huida

Tres cosas se están diciendo –y mezclando– en el discurso socialista sobre la retirada precipitada de las tropas en Irak: la primera, que salen porque nunca tuvieron que ir; la segunda, que nadie puede dar clases de resistencia frente al terrorismo a nuestro país; y la tercera, que la salida de Irak se compensará en la lucha contra el terrorismo global en Afganistán. Ninguna de las tres resulta admisible hoy en día.
 
Por un lado, el PSOE en el gobierno sigue anclado en el PSOE de la oposición y las manifestaciones en la calle. Por mucho que sea su desacuerdo con el despliegue que se hizo hace un año, la realidad es que Irak y la coalición están ahora en una situación muy distinta. Bajo las condiciones establecidas en las resoluciones 1483 y 1511 de la ONU, las tropas españolas prestaban tareas para la mejora de la seguridad y también para la reconstrucción institucional de ese país, muy especialmente en el terreno de la preparación de sus nuevos cuadros policiales y militares. El abandono de Irak es más que literal, no sólo complica la situación de inseguridad que se vive en estos momentos, sino que deja desasistidos a los potencialmente oficiales y cuadros superiores de las nuevas instituciones iraquíes. Es más, sacar las tropas no devuelve ni a Irak ni a España al statu quo ante, más bien todo lo contrario, agudiza los problemas en la zona y sus repercusiones para el resto del mundo.
 
En segundo lugar, afirmar que España no se retira de la lucha contra el terrorismo es una falacia. Evidentemente el gobierno tiene que seguir actuando contra ETA porque ETA no le va a dejar más opción, pero como hemos podido comprobar en los dramáticos atentados del 11-M, hay más grupos interesados en acabar con nuestra forma de vida, entre ellos los islamistas radicales y Al Qaeda, ninguna broma. España no eligió luchar contra Ben Laden, fue Ben Laden quien nos eligió como su víctima. Y Ben Laden ha hecho de Irak su frente central porque del futuro de ese país depende en gran medida que su llamamiento a las masas musulmanas logre tener más eco o, por el contrario, se desvanezca. Retirarse de Irak y escapar del campo de batalla que el islamismo tiene planteado es, quiérase o no, una huida de la lucha contra el terrorismo. No es una guerra que hayamos podido elegir y tampoco es una lucha que la libremos donde nosotros queramos, sino donde nuestros enemigos deciden.
 
Por último, sacar de un sitio para compensar en otro es llana y simplemente un espejismo. Cierto que hay que combatir a Bin Laden en las montañas de Afganistán y Pakistán –aunque nuestras tropas a aumentar sean las de la fuerza internacional de estabilización en Kabul, ISAF– pero no por eso se puede dejar el terreno libre a los yihadistas en Irak. Al contrario, cabe preguntarse dónde son más relevantes nuestras tropas, si en Afganistán o en el Irak de hoy. La respuesta cae por su propio peso.
 
La salida apresurada de Irak es una irresponsabilidad con ese país, con la lucha contra el terror y para las relaciones con nuestros aliados. Tiene un coste negativo, tanto por su sustancia como por la forma en que el nuevo gobierno socialista la ha gestionado, y nada se puede hacer para aligerar ese coste. Lo de menos es lo que piensen hacer con nosotros los americanos –a los que les basta aplicar su indiferencia–, lo verdaderamente malo es lo que piensen hacer de nosotros el terrorismo islamista de aquí en adelante. Ya saben que somos débiles por naturaleza y que nos rendimos frente a su chantaje. Al menos el actual Gobierno de Zapatero.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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