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Juan Manuel Rodríguez

La gran idea de Samuel Eto'o

Sólo cuatro días antes de que Florentino Pérez vaya a colocar por fin la primera piedra de la nueva ciudad deportiva del club, el estadounidense Andrae Patterson lideró la humillación inflingida por el Estudiantes al Real Madrid en el Pabellón Raimundo Saporta, (70-95, veinticinco puntos de ventaja para los colegiales) mientras que el camerunés Samuel Eto'o hacía lo propio, encabezando la rebelión anual del Mallorca en el estadio Santiago Bernabéu, y teatralizándola incluso, permitiéndose el lujo de escenificarla, como si el canterano madridista tuviera todavía fresca en sus retinas "Gladiator" de Ridley Scott, y recordara aquella trágica escena en la que Russell Crowe se vuelve hacia Joaquin Phoenix y le dice aquello de "me llamo Máximo Décimo Meridio, Comandante de los Ejércitos del Norte, General de las Legiones Fénix"... y etcétera, etcétera, etcétera...
 
Lo del equipo de baloncesto, convertido en un páramo tras veinte años de abandono y gestión calamitosa, no es noticioso, pero sí constituye una novedad ciertamente interesante el desplome que ha sufrido un equipo del que forman parte futbolistas de la talla de Zidane, Raúl, Ronaldo, Figo, Casillas, Roberto Carlos o Beckham. ¿Qué ha pasado? ¿Y por qué ha pasado? ¿Era previsible? ¿No lo era? No hubo "excesivo optimismo", como me confesaba este jueves en Real Madrid Televisión Emilio Butragueño, en la planificación de la plantilla, sino una evidente improvisación. Preguntado por eso mismo antes del partido, Eto'o señaló que no eran culpables los "pavones" sino aquellos que pensaron el equipo; de ahí su desplante torero en los medios del estadio Santiago Bernabéu, con el dedo señalando al palco del viejo coliseo madridista, indicándoles a todos que él tenía que estar jugando allí por derecho y no en el Mallorca, desterrado y luchando todos los años a brazo partido para mantener la categoría.
 
Quiso el destino que, tan sólo cuatro días antes de que Florentino empezara la edificación de su mayor logro económico, el otro, el proyecto deportivo, se le viniera abajo. De ahí tendrá que sacar unas cuantas conclusiones el presidente del Real Madrid. La primera es que el fútbol no tiene nada que ver con el índice Dow Jones, el alza de los tipos o la amenaza del precio del crudo, sino que maneja sus propios "tiempos" y que tiene sus propias claves internas. Y esas claves hay que saber leerlas. ¿Tiene él a su alrededor los "lectores" apropiados? No puede ser (no lo es) una mala idea esa de fichar a "los mejores jugadores del mundo", y de hecho es fácilmente previsible que los "galácticos" renazcan de sus cenizas y ofrezcan de nuevo el mejor espectáculo futbolístico del mundo, pero se ha comprobado que la idea (el modelo) de "zidanes y pavones" es manifiestamente mejorable e insuficiente para un club con el nivel de exigencia que tiene el Real Madrid.
 
No es posible que un futbolista con la clase y el carácter (la mala leche, para qué vamos a andarnos con zarandajas) de Samuel Eto'o esté por ahí danzando, cuando aquí el único recurso que le queda a Queiroz es tirar de Portillo, Juanfran o Mejía. La dirección deportiva del Real Madrid no fue optimista, no, sino ciertamente aventurera, me atrevería a decir que incluso un poco suicida. Se acostumbró a vivir en el filo de la navaja, se dejó llevar por el éxito sobrevenido y al final la construcción aguantó lo que aguantó. Toda esta historia debe tener a la fuerza una moraleja de la que podrán extraer conclusiones aquellos profesionales del club que cobran trescientos millones de pesetas al año sólo por prestar sus ideas. Eto'o, sin tanta poesía, ni tanta dirección de empresas, ni tanta leche, regaló una el sábado a todo aquel que quisiera leerle en los labios: "yo-tengo-que-jugar-aquí". A mí me parece una gran idea.

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