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Relaciones más que gélidas

Moratinos se empeña en afirmar que entre España y los Estados Unidos apenas hay discrepancias y que las relaciones bilaterales –por mucho que le pese la frase– van bien. Pero no es verdad. Ya lo intentó hace días, a su regreso de su visita a Washington, donde sus interlocutores norteamericanos cronometraron celosamente sus entrevistas, para no concederle ni un segundo más de lo debido, cuando al bajarse del avión en Barajas declaró solemnemente que la administración Bush le había pedido que mediara en el conflicto israelo-palestino. Moratinos no sólo debería ser consciente del rechazo que suscita en la comunidad judía norteamericana –la mayoría, dicho sea de paso, votante del partido demócrata, no de Bush– sino reconocer la verdad: que sus palabras no sólo eran una invención suya para caer más simpático, en el mejor estilo de su presidente de gobierno, sino que provocaron una protesta formal del gobierno americano. Que aunque no haya trascendido no deja de ser protesta.
 
En Washington aceptaron que Schroeder engañara a Bush en su día; se tomaron a mal que Chirac engañara a Powell hace año y medio; pero no están dispuestos a aceptar fácilmente que Bono condujese al error a Rumsfeld ni que el ministro español de Asuntos Exteriores quiera engatusar a Condi Rice. Y eso que los americanos, para ciertas cosas, no dejan de ser unos ingenuos. Los americanos podrían intentar comprender la retórica preelectoral del PSOE. Su pragmatismo les lleva a ello. Pero no están dispuestos a tragar con que esa retórica se mantenga una vez ZP ya es presidente del gobierno de España. Y como frente a la retórica está la realidad, su estrategia pasa por solicitar de nuestro gobierno pruebas claras de que cuanto dicen lo piensan y lo van a hacer. ¿Que no nos vamos de la guerra antiterrorista?, pues que incrementemos la presencia en Afganistán y de nuestros buques en la Proliferation Security Initiative; ¿que no queremos romper el vínculo atlántico?, pues que apoyemos en la OTAN un papel para dicha organización en Irak; ¿que creemos en una ONU eficaz?, pues que defendamos una nueva resolución que permita una cobertura internacional para el despliegue en Irak. Y más cosas.
 
Lo que no ven en Washington es que las promesas del gobierno Zapatero se acompañen con acciones. Ni siquiera con consistencia, pues el discurso entre las paredes del Pentágono, en los comedores de Powell o en los rincones de la Casa Blanca poco tiene que ver con cuanto se airea por nuestros pagos, incluida la Moncloa.
 
Y lo peor no es lo que aventan indignadamente las mentes pensantes de la izquierda, que Estados Unidos no vaya a tomar represalias. Lo peor es que dejen de tenernos presentes, el castigo de su indiferencia. ¿Cuánto tardarán en conceder el plácet al nuevo embajador en Washington? Que venga el ministro Moratinos y nos lo explique, ya que tan buenas son sus relaciones con el equipo de Bush.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.

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