Menú
Isabel Durán

Paletos nacionalistas

Alguien dijo que el nacionalismo se cura viajando. Pues nada, los nuestros, perdón, los periféricos de la península Ibérica, ni con el Foro de las Culturas. Hace falta ser paleto para rechazar la invitación a un acto histórico como la boda del Príncipe de Asturias, futuro jefe del Estado español.  El PNV,  ERC y el Grupo Mixto (es decir, BNG,  Chunta Aragonesista, Eusko Alkartasuna y Nafarroa Bai) han rechazado la invitación de la Casa Real para acudir al enlace el próximo 22 de mayo. Pero claro, la negativa de los nacionalistas es de distintas tendencias que para eso estamos en la España plural.
 
A saber. A los nacionalistas vascos, que llevan más de un siglo con la obsesión por crear un Estado independiente en el que el único vínculo con España fuera lo que ellos llaman el “pacto bilateral con la Corona”, ahora, de momento, hasta que no se resuelva lo suyo, a la Monarquía, ni agua. Ellos que pretenden conseguir un estatus semejante a las relaciones que mantiene Australia con el Reino Unido sólo se sentirán satisfechos cuando el rey de España jure los fueros bajo el árbol de Guernika. Sólo entonces acatarán su reinado plenamente bajo la denominación de un estatus de libre asociación. Es decir, el lehendakari y su gobierno, seres superiores puros entre los puros, creados de la costilla de Tubal, hijo de Yafet y nieto de Noé, tratarían directamente de Estado a Estado a través de un rey. ¡Qué tiempos aquellos en que Iñaki Anasagasti corría a deleitarse en Corte del Rey Juan Carlos! Con lo apenado que anda él estos días porque la Zarzuela no ha invitado a la mesa del Senado, ya que, por cierto, nunca lo hace. Su sustituto, Josu Erkoreka, guardián de las esencias de la ortodoxia sabiniana de Ibarretxe en Madrid no va a la boda por mera cuestión de principios.
 
Nada comparable a la negativa de los independentistas republicanos por excelencia, o sea de la Esquerra Republicana. Desde que Pilar Rahola cogiera la costumbre de irse por otro pasillo en el Congreso de los Diputados para evitar el besamanos a los Monarcas, en los tiempos que corren con su actual socio Pasqual Maragall, los nacionalistas independentistas de la ultraizquierda republicana  aspiran tan solo a una Cataluña que abarque Aragón, Baleares, Valencia y parte del Rosellón francés. Lo que en román paladino significa volver a los tiempos de Jaume I. A Joan Puigcercós o a Josep Lluis Carod Rovira –que no soportan  que les “españolicen” el nombre porque les parece una de las mayores ofensas que se les puede hacer y que vuelven locas a las secretarias obligándoles a explicar por activa y por pasiva que no son Juan Puigcercos ni José Luis Carod Rovira– le han dado al ciudadano Juan Carlos parte de su propia medicina. En la placa conmemorativa descubierta durante la inauguración del Foro de las Culturas, el nombre del Monarca aparece como Joan Carles I. Justo lo que ellos detestan que hagan con ellos.
 
En cuanto a la empanada real de los nacionalistas gallegos los argumentos son de verdadero peso, es decir, que no fueron a las otras dos bodas reales. Y es que, aunque no quieren por ahora la independencia de Galicia porque no es viable sí insisten fervorosamente en conseguir a toda costa el derecho de autodeterminación. Ellos lo llaman su derecho a “hacer un país”. Hasta donde yo sé tampoco se declaraban expresamente republicanos para no perder votos. Su voz, la de Olaya Fernández Davila, portavoz del grupo mixto este mes representa también a la de las minoritarias restantes formaciones del grupo mixto que tampoco consideran relevante acudir a la boda del Príncipe Felipe con Letizia Ortiz. Sólo un ejemplo de la coherencia y rigor que caracterizan a tales grupos. Antes de incorporarse al Senado por el PNV, Xavier Albistur tránsfuga de Eusko Alkartasuna en la extraña coalición EuE se tomó, eso sí, la molestia de acudir a Sevilla a la boda de la infanta Elena.
 
Ahora no quiere que se lo recuerden. Coherencia que se dice. Como la del PNV que pretende imponer el euskera como lengua oficial en la Comunidad Europea pasando por alto un pequeño detalle: su único diputado en el Parlamento Europeo, Josu Ortuondo, no habla ni entiende la “lengua más antigua del mundo”. Y luego se molestan si les llaman gañanes.
 
Al final, en la boda que nos atañe, los únicos sensatos del corifeo nacionalista son los representantes de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida y de Coalición Canaria cuyo portavoz, Paulino Rivero ha obsequiado a los contrayentes con una venus esteatopigia, de nombre Tara, diosa de la fertilidad por excelencia en las islas y ni siquiera pide que el primer Mencey descendiente de la pareja se llame Gara o Jonay.

En España

    0
    comentarios