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Carlos Semprún Maura

Festivales revolucionarios

El Festival de cine de Cannes no tenía la eficacia revolucionaria del nuestro, el de San Sebastián, con su impuesto revolucionario al crimen organizado de ETA, que circulaba en maletines distribuidos por los Odones locales, es de suponer. El Festival de Cannes se sumía desde hace años en un aburrimiento profundo, casi filosófico. La excepción cultural francesa arrasa, como nuevo Atila, la cultura, en este caso el cine, para mantener el negocio. Pésimo cálculo. Pero este año todo cambia: los temporeros del espectáculo de la CGT, habiendo amenazado con sabotear el Festival, los directivos del mismo, empezando con Gilles Jacob, su comisario político, les han invitado a participar, como invitados de honor y no como manifestantes rabiosos. Se ignoran aún los detalles de esta participación sindical, pero me apuesto a que serán más divertidos que las películas francesas que van a competir.
 
La apertura solemne de este miércoles, con una película autobiográfica de Almodóvar, La mala educación, promete jolgorios, y los días siguientes lo mismo. La ciudad de Cannes está ocupada por la policía, como si hubiera declarado la guerra a Capri, y ayer martes, el alcalde y numerosos comerciantes manifestaron por las calles, exigiendo tener la fiesta en paz. Lógico: la principal industria de Cannes y región es el turismo, y el Festival de Cine constituye un punto álgido de esa actividad turística. Los intermitentes han obtenido el apoyo de directores de cine y actores estrellas. También es lógico, son ellos quienes más se beneficiaban, contabilizándolo en euros, del anterior sistema de subsidio de paro, cobrando millones entre película y película, sin estar jamás en paro, sirictusensu. Se ha dicho que esos abusos se habían reducido considerablemente, pero reducir no es suprimir, y además, la reforma de ese extravagante subsidio sigue en discusión, y por lo tanto, nadie está seguro de nada, por ahora.
 
El sindicato comunista CGT, envalontenado por sus éxitos, habiendo logrado anular todos los Festivales de verano el año pasado, y a quien le importa un bledo el subsidio de paro de los intermitentes, sólo ve una magnífica ocasión de agit-prop contra el Gobierno, se muestra de lo más firme, para evitar acuerdos y compromisos, y que continúe la agitación. Además con una espléndida coartada, ¿no defienden la cultura de izquierdas contra un gobierno de derechas? Ya lograron tumbar el anterior ministro de Cultura, Ailagon, y el nuevo, el cursi de Donnadieu de Vabres, da la impresión de haberse caído al mar, sin saber nadar.
 
Lo mismo ocurre con todas las demás reformas, tras el triunfo del PS en las regionales, todas se han congelado, para reanudar las negociaciones, a partir de cero, o sea a partir del socialismo. Como pararrayos social, han creado un gran Ministerio de la cohesión social, o más bien de limosna estatal, con el simpático, porque lo es, Jean-Louis Borloo al frente. Pero, por ahora, este señor se limita a anular todas las timoratas reformas iniciadas, para volver al sistema socialista anterior, que ha conducido Francia a su actual estancamiento económico, su abismal deuda pública, y que además fue condenado por lo electores en 2002. Está visto que no salimos del aquelarre burocrático.

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