Después del escandaloso “Informe sobre los medios” del Gobierno Tripartito de Cataluña (socialistas, comunistas y separatistas compitiendo en designios fraternales), nadie puede tomarse a broma episodios como el que al parecer han protagonizado algunos famosos cineastas pidiéndole a la ministra de Cultura, Carmen Calvo, que el Gobierno elimine de los medios de comunicación nacionales a los periodistas incómodos para sus cogitaciones, que además del dinero público que los ciudadanos se niegan a dar libremente en las taquillas, por lo visto necesitan de un silencio crítico absoluto, sepulcral. Nadie debe tomarlo a la ligera porque lo hicieron cuando estaban en el Gobierno de España, porque es público y notorio que piensan hacerlo todavía con mayor intensidad en Cataluña, donde toda censura y corrupción tienen asiento, y que quieren y pueden volver a hacerlo desde Madrid, donde el espíritu de la Checa de Bellas Artes, la checa más atroz de la guerra civil y sin duda más célebre por el protagonismo de los intelectuales comunistas en ella, retoña en estos añejos comisarios empeñados en reconstruir algo así como la Cinemacheca. Una sórdida instancia donde se decidiría el futuro profesional de actores, directores, productores y hasta opinadores o columnistas.
Según denuncia el más pugnaz de los plumíferos liquidables, Alfonso Ussía (los otros dos serían Jon Juaristi e Ignacio Ruiz Quintano), fueron media docena de talentos de la producción y la dirección cinematográficas, encabezados por el patriarca Elías Querejeta, los que tras celebrar la supuesta liquidación de Ussía como columnista de ABC, pidieron a la ministra que lo eche también de La Razón. Entre los más distinguidos en pedir la liquidación de las voces molestas figuraba, cómo no, Fernando Trueba, acaso resentido aún con los USA por haber premiado con un “oscar” una mediocre película suya y cuya penúltima hazaña, antes de la guerra de Irak contra el PP, fue ir a provocar a los manifestantes anticastristas en la Puerta del Sol. Sin embargo, siempre según el aludido, fue el cineasta veterocomunista García Sánchez el que más directamente pidió la eliminación del “fascista de Ussía”, sin que otros directores y productores protestasen ante estos alardes dictatoriales, calcados de los del senador Mc Carthy que estos nostálgicos del Gulag suelen recordar entre subvención y subvención.