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Una oyente me llamó el otro día a la Cadena Cope para reprenderme con dureza por los comentarios que hago sobre el "gentleman" que ha venido ocupando el banquillo del Real Madrid esta última temporada: el educadísimo, elegantísimo, finísimo y nunca suficientemente agasajado y laureado Carlos Queiroz. "¿Por qué se mete usted tanto con él si es todo un caballero?", me dijo la amable señora. "¡Cobrando trescientos millones de pesetas al año ya podría haber estudiado en Cambridge!", la respondí. "Recuerde usted", siguió diciéndome, "que en la vida, el dinero no lo es todo"... "Ya sé que hay cosas bastante más importantes que el dinero, pero, como diría Woody Allen, ¡cuestan tanto!"
 
Admitiría que, al leer este artículo, algún lector de Libertad Digital pensara "¡menudo demagogo!"; de hecho, admitiría casi cualquier cosa proveniente de los lectores de L.D., pero el caso es que si, en lugar de contratar al estupendísimo Queiroz, resulta que Florentino Pérez hubiera fichado en el mes de junio de 2003 a un peón albañil, el dependiente de unos grandes almacenes o, para no escurrir el bulto, un periodista deportivo, y los hubiera sentado en el banquillo del Real Madrid de los Zidane, Casillas, Ronaldo, Raúl, Beckham, Roberto Carlos o Figo, yo creo que el resultado final no habría sido más lamentable que con el portugués. ¿Alguien estaría dispuesto a verse sometido a la enorme "presión" que ha sufrido Queiroz durante la temporada?... ¿Voluntarios?... Veo unas cuantas manos alzadas.
 
Sin elevar su tono de voz, musitando casi y alargando mucho las palabras, Carlos Queiroz mordió el jueves con saña en Telemadrid Radio la mano que le ha estado dando de comer -y a cuerpo de rey, por cierto- en el transcurso del último año. Y que conste que no me parece mal que un empleado con carácter le diga al jefe en su propia cara lo que piensa, no, nada de eso. Si Queiroz hubiera advertido en diciembre que "la invención de Zidanes y Pavones" era mala para el club, servidor lo habría valorado muy positivamente. Pero resulta que en diciembre el Real Madrid estaba vivo en las tres competiciones, y Queiroz decidió callarse... educadamente, por supuesto, faltaría más. Es ahora, precisamente a finales de mayo, con el equipo hundido y humillado, cuando Carlos Queiroz, consciente de que le quedan dos telediarios, advierte sobre los peligros de una plantilla descompensada. Lo hace mal. Lo hace tarde. Ya no vale para nada. Pasó su tren.
 
Quiero que quede constancia clara de que el hecho de ser un individuo elegante y educado no es, desde mi punto de vista, una condición excluyente para entrenar al Real Madrid. Seguro que al director de márketing del club le viene muy bien que el entrenador del equipo sea un hombre aseado, perfumado y que hable idiomas, eso seguro. Y si además se compra camisas de "Faconnable" y zapatos de "Martinelli", tanto mejor; pero, como le dije a la oyente que me llamó el otro día, eso no es suficiente. Florentino se da cuenta ahora de su tremendo error. Al menos Queiroz habrá sido útil para algo.

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