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Pío Moa

Claves de la España contemporánea

España y el estado español existen desde Leovigildo, con un breve paréntesis tras la invasión musulmana (y luego la prolongada división en varios estados españoles, hasta los Reyes Católicos… dejando aparte, definitivamente, a Portugal). Pero también es verdad que el modelo de estado nacional salido de la revolución francesa, predominante, al menos como orientación política, en Europa desde principios del siglo XIX, se ha ido desarrollando en España entre considerables dificultades. Estas dificultades han nacido, en el siglo XIX, de la tensión entre la concepción liberal centralista y la del antiguo régimen, y, luego, entre el liberalismo conservador y el “exaltado”, que debilitaron el proyecto estatal. En el siglo XX los problemas surgen, de una parte, de los internacionalismos revolucionarios, y de otra de los llamados “nacionalismos periféricos”.
 
A esta apasionante cuestión dedica el profesor Cuenca Toribio un reciente libro Ocho claves de la historia de España Contemporánea (Ed. Encuentro), repaso de la empresa estatalista desde el último decenio de Fernando VII –la década ominosa para sus enemigos–, hasta la experiencia socialista reciente, pasando por la época del nacimiento de los partidos políticos y de la idea del progreso, la etapa de la Unión Liberal, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, y el franquismo de los años 40. Ofrece, al mismo tiempo, unas líneas generales sobre un siglo de nacionalismo español hasta 1936. Nacionalismo, salvo momentos o expresiones particulares, amable y ampliamente comprensivo, poco doctrinario, simpatizante con los regionalismos y nada fanático. Nada que ver, por tanto, con el monstruo inventado por los nacionalismos vasco y catalán para justificar sus propias doctrinas, ellas sí extremadamente excluyentes y fanatizadoras.
 
¿Cuál es el balance de la empresa estatalista española, al terminar el siglo XX? Desde el lado del internacionalismo o desde el de los nacionalismos regionales abundan los autores y políticos que vienen dando por fracasado el proyecto, desde hace ya muchos años. Tantos años que cabe sospechar que quienes han fracasado son precisamente ellos, después de un siglo largo de tenaz y persistente empeño por disgregar España. El profesor Cuenca apenas se ocupa de este aspecto que aparece, no obstante, como trasfondo de buena parte del libro. Su conclusión es básicamente positiva: a través de mil avatares, la nación española con su estado permanece como una realidad fundamental. Incluso la reciente etapa socialista ha resultado, en su opinión, una época básicamente formativa en el asentamiento del estado español: “Enfrentado a un nuevo y gran envite al término de la segunda dictadura española del siglo XX, el Estado, ese Estado del que dudaba de su eficacia y hasta de su existencia el más hablador de los “jóvenes nacionalistas” que se hicieron cargo del poder en el otoño de 1982, había una vez más cumplido su misión. Sin derrumbes ni adanismos, sin soluciones de continuidad ni giros copernicanos, pero también sin hipotecas ortopédicas ni finalismos impuestos, había conducido a los españoles a una nueva e ilusionante etapa de su muy larga andadura por la historia”.
 
Esto, escrito poco antes de las últimas elecciones, suena ahora un poco exageradamente optimista. Los daños causados por el PSOE en su primera época de poder no fueron, afortunadamente, irreversibles, pero ¿qué ocurrirá ahora, cuando apuntan los fantasmas del “giro copernicano” en medio de nuevos y graves desafíos, casi impensables hace poco tiempo? En estas circunstancias resulta extremadamente conveniente repasar lo que ha sido España en estos dos siglos, como nos propone Cuenca Toribio en un libro de lectura necesaria para buscar signos orientadores ante un porvenir mucho más brumoso de lo que habría parecido hace sólo unos pocos meses.
 

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