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Alberto Recarte

La política económica del PSOE tras las europeas

A partir de hoy comenzaremos a saber qué tipo de política económica va a adoptar el gobierno del PSOE. Hasta ahora ha habido decisiones políticas: traicionar a nuestros aliados, renunciar a negociar la Constitución europea, apoyar el matrimonio de homosexuales, promocionar el aborto, permitir la investigación con células madre, paralizar la ley de calidad de la enseñanza, controlar el escaso margen que habían perdido en medios de comunicación públicos y volver a politizar el mundo de la cultura.
 
También ha habido importantes decisiones económicas: paralizar el trasvase del Ebro y desmontar el plan hidrológico nacional, anunciar a Valencia que quizá no habrá dinero para la Copa de América por haber votado PP y que, en cambio, quizá sí lo habría para Cataluña, renunciar al escaso dinero que ofrecía Bruselas para el olivar, algodón, tabaco, para volver a pedirlo al día siguiente, filtrar que quizá no todo el mundo va a tener AVE y que el plan de Galicia se va a reconsiderar –por las mismas razones– y, en cambio, pagar a Andalucía –la misma cantidad que había ofrecido el gobierno del PP–, dar seguridades a Maragall de que recibirá el precio por su apoyo, ya sea en forma de control de grandes empresas nacionales privatizadas –mediante personas de confianza del tripartito catalán, designación de consejeros y presidentes de los denominados "independientes" o nombrados por las cajas catalanas– y, probablemente, revisando los criterios de asignación de ingresos y gastos fiscales para acercar a Cataluña a la excepcionalidad del País Vasco y Navarra, subir, algo, el salario mínimo y sembrar la confusión en el mundo inmobiliario. ¡Ah! y subir las becas, con o sin cumplimiento de objetivos académicos por los perceptores y asegurar a los artistas que les vamos a subvencionar como si fueran franceses. 
 
El resto ha sido confusión. La dura herencia de Miguel Sebastián con sus inaplicables recetas para IRPF, rentas del ahorro y plusvalías, y persecución del empleo de baja calidad, para que todos seamos más productivos, las aportaciones sobre libertad de horarios comerciales, con posturas diferentes de Solbes, Montilla y Fernández de la Vega y la promesa de Zapatero de mayor libertad económica que con el PP, la inagotable facundia de la ministra de Vivienda, las promesas de sustanciales subidas de las pensiones –a pesar de lo que digan los pactos de Toledo y de las filípicas de Solbes sobre la debilidad del sistema cuando era comisario europeo–. En fin, para qué seguir.
 
Será la hora de la verdad para Solbes y Fernández Ordóñez que contarán, probablemente, con Montilla para todo, excepto para lo que se refiera al control de empresas privatizadas y regulación de los horarios comerciales y con Jordi Sevilla, que procurará contentar al tripartito sin romper la baraja. Enfrente, el resto del gabinete, con propuestas como las que hemos visto en estos primeros meses, que se suponía eran de prudencia antes de las elecciones europeas. Teóricamente, en medio, Zapatero, que tendrá que decidir. Y lo hará con criterios políticos, no económicos. Nos adentramos en el mundo de decisiones políticas con implicaciones económicas negativas y a Solbes se le pedirá que se las ingenie para que el resultado global no sea una pérdida de empleo, aunque vuelva a aparecer el déficit público. Lo que se llama "fine tuning", ajuste fino.

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