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Federico Jiménez Losantos

¡Arriba el cine español! ¡Abajo el espectador!

Ya conocemos los términos del atraco que el Gobierno de ZP va a perpetrar contra los ciudadanos para favorecer a los titiriteros contra la guerra. Contra la guerra, siempre que gobierne el PP, naturalmente; seguro que lo de que ZP mande más tropas a Afganistán no provoca una mala manifestación. Pero es que hay que reconocer que el PSOE los cuida, los mima, los acaricia, los adora. Dinero, lo que se dice dinero, el PP les dio lo mismo que el PSOE felipista (ni un euro merecía esa banda de demagogos sectarios) pero cariño, afecto, deferencia y agradecimiento como el del PSOE zapaterista, nunca. Si estará agradecido el Gobierno zetapero a los titiriteros filósofos que está dispuesto a cargarse a los espectadores para favorecer al cine español. Desde la caída de los aztecas no veíamos en el ámbito hispano tanto frenesí caníbal, tanta devoción por el sacrificio humano a los dioses, que en México gustan de los espectáculos gore y de las degollinas piadosas. Será por la cosa multicultural: si se ha llegado a defender a Sadam frente a Aznar, ¿cómo no se va a rendir tributo de emulación a Moctezuma? Y a Macías el guineano, faltaría más.
 
El cine español tiene un problema y es que no les gusta a los espectadores españoles. Los muy ingratos, además de que la mitad vota a la derecha, prefieren pagar por ver películas americanas en vez de entusiasmarse con los productos de nuestra delicada inspiración: Torrente, sin ir más lejos. ¿Cómo castigar esta desviación del gusto? Carmen Calvo ha encontrado la fórmula: los que vayan a ver películas dobladas tendrán que pagar más, y eso de más que paguen irá a parar al cine español, pero lo que se dice español, español. Por ejemplo, "La pelota vasca". El que quiera ver "Troya" deberá pagar más por su entrada para subvencionar a Medem y a la causa del odio a España. ¿Qué quieren ver "Kill Bill II"? Pues también deberán pagar más, para subvencionar "Torrente III. La Civilización del Bajo Vientre". Así, la grosería de Tarantino se verá corregida en la finísima sensibilidad española por la sutil definición escatológica de Santiago Segura. La formula sólo admite un pero: ¿cómo no se nos ha ocurrido antes?
 
Esta persecución del espectador de cine por la incalificable desvergüenza de ver sólo las películas que quiere ver y no las que debería, el muy canalla, puede tener una consecuencia acaso positiva pero probablemente imprevista por el Ministerio de C.C., que es la desaparición del espectador, sin más. Muerto el perro, se acabó la rabia. Ah, y se acabó también el cine comercial francés: o con subtítulos, como el de Bangla Desh, o nada. ¿Libertad? Como bien dijo Lenin: ¿Libertad para qué? ¿Para ver películas de Hollywood pudiendo ver las de Sogecable? ¡Hasta ahí podíamos llegar!
 
Ahora, los gritos de rigor (al fondo se oye el rumor: "noalaguerra, noalaguerra...")
 
¡Viva el cine español!
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
 
¡Abajo el espectador!
¡Abajo! ¡Facha! ¡Muera!
 
Y colorín, colorado, al cine español se lo han cargado.
 
FIN

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