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Cuando Iñaki Sáez, torciendo lo que había sido un comportamiento habitual suyo hasta ese preciso instante, se negó a facilitarnos el equipo titular que se enfrentaría a Grecia en la primera fase de la Eurocopa, adujo en su defensa que el equipo de Rehhagel jugaba en función del rival que tuviera enfrente. Falso. La selección griega que acaba de lograr el título de campeona europea jugó en Portugal seis partidos exactamente iguales, seis encuentros como seis gotas de agua, cerca de seiscientos minutos clónicos el uno del otro. Y Scolari tuvo mayor "delito" aún que el resto de sus colegas porque a él le ganaron el 20 de junio como luego volvieron a hacerlo el 4 de julio, sin variar ni una sola letra del guión llevado a cabo en el partido inaugural del torneo.
Supongo que la trampa táctica debía consistir en que a ese descarado "soliloquio futbolístico" (hablar de "catenaccio" sería poco) quisieron responder por simple vergüenza torera Portugal, España, Francia y la República Checa jugando al ataque, y ahí fue donde acabaron enredándose y sin saber cómo salir del laberinto. Alfredo di Stéfano decía que un futbolista que no sabía defender no valía para nada: "a esos los llaman jugadores-río, porque van y no vuelven"... Pero, ¿qué sucedería con un equipo cuyos once jugadores se limitaran exclusivamente a defender? Interpreto que en algún momento el entrenador alemán se haría también a sí mismo esa  pregunta: "¿y qué pasaría si?"... La respuesta nos la dieron el domingo.
 
Rehaggel está poniendo en riesgo la esencia misma del juego... ¿Por qué?... Muy sencillo: imaginemos por un instante que los dos equipos jugaran como lo hace Grecia; al final nos encontraríamos con un solitario balón en el centro del campo y a once futbolistas vigilando con prismáticos a los otros once desde su propia portería. Parafraseando al gran Di Stéfano, no habría ocasión para que ningún jugador "volviera" porque en realidad no habría tampoco ninguno que "fuera" a ningún sitio. Y, ¿por qué ha jugado así Grecia?... Simplemente porque carece de tradición en este juego, no tiene tras de sí una historia futbolística que defender, un prestigio que representar. El otro día escribía aquí mismo que a los aficionados españoles nos gustaría poder vibrar algún día aunque fuera "a la griega", pero quizás fui demasiado lejos. Yo creo que España -cuanto más equipos con la solera de Francia, Inglaterra o Alemania- no podrían jamás ganar así un campeonato porque les correrían a gorrazos nada más llegar a su país.
 
Los rivales de Grecia también han tenido mucha culpa en lo que les ha pasado porque los sistemas sin escrúpulos defensivos sólo pueden "abrirse" con descaro ofensivo, velocidad, desmarques, paredes y regates. Sólo existe en el mundo un antídoto conocido para el "anti-fútbol" y ese es el fútbol en su estado puro, el fútbol cien por cien. ¿Y por qué carecieron las selecciones favoritas de la velocidad e iniciativa necesarias para desenmascarar a Grecia?... A esa pregunta deberían responder en la UEFA; ellos sabrán lo que quieren, aunque la simplicidad de Rehhagel les ha puesto en evidencia a todos. El bueno de Otto no se ha limitado a ganar una Eurocopa sino que nos ha hecho ver a todos lo aburrido que podría llegar a ser este maravilloso juego con que hubiera alguien que se lo propusiera a conciencia.

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