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Jorge Vilches

La izquierda en descomposición

IU hace aguas, y quizá tenga sus días contados. El fracaso del 13-J, con un Willy Meyer sesentayochista, ha provocado que abandone la coalición la extrema izquierda de Ángeles Maestro, los de Corriente Roja. Dada la tradición en la izquierda, es indudable que Llamazares será para este grupo un nuevo “renegado Kautsky”. Maestro y los soviets se han marchado para luchar por la tercera República y el fortalecimiento del movimiento obrero. Y la Esker Batua del euskocántabro Madrazo se independiza de IU, ejerciendo su “derecho de autodeterminación” y plasmando su idea de federación de libre adhesión. Los catalanes de Iniciativa se mantienen en silencio, disfrutando de su tripartito, pero albergan el mismo proyecto que los izquierdistas vascos. La división es tal que su grupo parlamentario nacional tiene tantas siglas como diputados.
 
El debate sobre el porvenir de la coalición de izquierdas está servido. Ahora bien, el panorama futuro de IU señala tres vías distintas, pero un mismo final. La primera de ellas es la adopción del modelo que los partidos nacionalistas tienen para los comicios europeos. Las federaciones de IU serían independientes y mantendrían una alianza para las elecciones generales. Esto les podría reportar algún éxito local o autonómico, como en Córdoba, pero sería ineficaz a nivel nacional.
 
La segunda vía es la refundación de IU sobre la base de la libre adhesión, negociando los términos de unión de cada de las federaciones. El resultado sería la segura independencia de Esker Batua e Iniciativa per Catalunya, y quizá de alguna más, y el mantenimiento del resto como coalición, sobre unos parámetros distintos en cuanto al liderazgo, organización y programa. Tampoco parece que esta salida pudiera remozar el muro electoral izquierdista.
 
La tercera vía es su conversión en corriente del PSOE, como hizo la Nueva Izquierda de López Garrido y Curiel hace unos años. Esta solución encontraría a un partido socialista en el poder, crecido, con un líder indiscutible, que alquilaría a los de IU una habitación sin vistas, en “la casa común de la izquierda”. Tampoco supondría un paso masivo de las federaciones a las filas socialistas, pues vascos y catalanes querrían mantener su personalidad independiente, algunos líderes de la coalición se darían de baja, y otros fundarían sus propios partidos.
 
En todos estos casos, el beneficiado sería el PSOE, y el perjudicado el PP. El electorado de IU se iría mayoritariamente al partido socialista. Dadas las escuetas diferencias electorales entre los dos grandes partidos, la suma de trescientos o quinientos mil votos se torna decisiva para la obtención, incluso, de mayoría absoluta. La tarea del PP es, por tanto, el fortalecimiento de IU. Y teniendo en cuenta el proceso psicológico reactivo de Llamazares y los suyos, los populares deben apoyar la independencia de Esker Batua. ¿Cómo? No criticándolo, ni siquiera aludir a ello, pues un apoyo decidido, además de ridículo, podría azuzar deserciones en el campo popular del tipo de Unidad Alavesa.
 
Pero además, esto es compatible con la construcción de un puente de planta a la segregación del grupo parlamentario del PSC. La tarea es alentar la autonomía de Maragall e Iceta, resaltar sus diferencias con Rodríguez Ibarra y aprovechar el populismo naïf de Zapatero. Un socialismo con un voto dividido o confundido en Cataluña, se encuentra debilitado en uno de sus dos feudos electorales.
 
El 36º Congreso del PSOE ha cerrado en falso la cuestión territorial. Los socialistas catalanes piensan que España ha entrado en una segunda Transición en la que hay que renovar el pacto político. Quieren “discriminación positiva” a su favor en la reforma del Estatuto. Recuerdan a sus compañeros de filas que ellos son un partido federado al español, con 21 diputados, que permanecen adheridos al PSOE porque les “da la gana”, y que Montilla mantiene callados a los que abogan por la separación del PSC. Los populares, en consecuencia, no han de poner trabas a la izquierda en descomposición. Se puede hacer una lectura amable del reglamento para que se forme el grupo parlamentario del PSC, con silencios calculados, sin alharacas doctrinales, con ironía, pero haciendo oposición con sentido.

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