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Me extraña que a Lorenzo Sanz le extrañe la apabullante victoria de Florentino Pérez en las elecciones a la presidencia del Real Madrid. El decimotercer presidente del equipo de fútbol más grande de la historia ya vio cómo, en el año 1995, siendo él vicepresidente del todopoderoso Ramón Mendoza, su candidatura se imponía a la del desconocido Pérez por tan sólo setecientos votos de diferencia. Ya quedó claro entonces que aquel no era un "peso pluma", y todo ello a pesar de que Mendoza -mucho más descarado y con mayor "punch" mediático- tratara de ridiculizarle durante toda la campaña.
 
Hace cuatro años Lorenzo Sanz cometió el error de volver a infravalorar a Florentino, y entonces éste le dio la vuelta al marcador aventajándole en más de tres mil votos. Por lo tanto, lo acontecido en la noche del domingo 11 de julio de 2004 era una consecuencia lógica e inevitable producto de los dos datos expuestos con anterioridad. Todo el mundo sabía quién iba a ganar estas elecciones, y es por todo ello que a mí me extrañe mucho que a Lorenzo Sanz le extrañe a su vez la victoria de Florentino Pérez, como si no estuviera clara desde hacía tiempo. Cuando, tras diez años como presidente, Ramón Mendoza perdió definitivamente el rumbo, creí -y así lo defendí tratando de argumentarlo de la mejor forma posible- que el Real Madrid saldría ganando si era Sanz, quien al fin y al cabo tenía un gran conocimiento de las interioridades del club, la persona encargada de sustituirle. Ahora le oigo decir que va a estar "vigilante", y creo que vuelve a cometer otro error importante. Los socios del Real Madrid le han dejado meridianamente claro que no quieren que vigile absolutamente nada, salvo, quizás, sus propias toallas cuando se vaya de vacaciones a la playa.
 
En los clubes de fútbol no existe oposición, pero, si la hubiera, Sanz y Baldasano no reunirían los votos suficientes como para lograr entre los dos un solitario escañito, situado allá a lo lejos, en uno de los córners del estadio Santiago Bernabéu. Lorenzo Sanz no podrá, como dijo irónicamente él mismo tras conocer los resultados, disfrutar de la victoria, aunque sí podrá conservar para siempre en el recuerdo que él fue el presidente de la séptima Copa de Europa. Su presencia en estas elecciones respondió exclusivamente al interés por limpiar su imagen, y creo que lo que ha conseguido es justamente el efecto contrario. En cuanto a Arturo Baldasano, creo que le cortaron las alas antes de que echara a volar. Alfonso Ussía, que se presentó en su día sólo para ver si colaba, logró la friolera de diez mil votos más que él. Y Ussía, con buen criterio, desapareció del mapa.

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