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Lucrecio

Causalidades en red

Rara vez un acontecimiento histórico deriva de la acción de un factor causal único. Todo, en la realidad, se rige por esa multiplicidad causal a la cual Freud llamaba sobredeterminativa. Nosotros, hoy, la llamaríamos causalidad en red: en un punto del tiempo y el espacio cristaliza siempre una red de causas.
 
A la hora de tratar de establecerlas, no hay más procedimiento operativo que el de establecer la descripción de sus efectos. En la subjetividad humana como en la historia, toda apariencia debe ser abordada como síntoma. De algo que, tal vez, ni siquiera lleguemos a estar en condiciones de formular, pero que sabemos necesario para que se desencadenase lo ocurrido.
 
El 11 de septiembre se cruzaron, con seguridad, redes determinativas múltiples. No albergo grandes confianzas acerca de la posibilidad de que lleguemos a saber un día cuáles fueron sus orígenes y cuáles las determinaciones que las cruzaron en un punto estratégico del espacio y el tiempo: Madrid en vísperas de elecciones generales. Podemos – y debemos – describir la literalidad de lo que, mientras nuestro conocimiento del conjunto no sea mucho más preciso, no son más que síntomas dispersos de algo que hemos de suponer terrible.
 
Síntoma 1. Por supuesto. El milimetrado vuelco electoral del día 14 de marzo, arropado en la apisonadora mediática del grupo empresarial del cual el Partido Socialista no es más que sección de seguridad.
 
Síntoma 2. La heterogeneidad entre la información manejada por sectores clave de la policía y la que llegaba hasta el despacho del ministro de Interior. Como contrapartida, la aparente homogeneidad entre esa información policial y la que, desde el primer momento, obró en poder de altas jerarquías del PSOE.
 
Síntoma 3. La liquidación de todos los ejecutores directos de la acción y la cesura, así, de los hilos a través de los cuales buscar puntos nodales en la red de conjunto.
 
Síntoma 4. La existencia de una red de confidentes policiales que, con la anuencia de altos mandos de la lucha antiterrorista, habrían puesto en manos de los ejecutores islámicos la dinamita causante de los 190 asesinatos.
 
Síntoma 5. El empeño del PSOE en impedir que esos confidentes y los mandos policiales para los cuales trabajaban puedan comparecer ante la Comisión Investigadora del Parlamento.
 
Síntoma 6. Por supuesto precipitada huida de Irak del ejército español e inmediata alineación del Gobierno de Rodríguez Zapatero bajo los dictados de la política internacional francesa.
 
Síntoma 7. Por sorpresa, y sin la menor argumentación de fondo, el ministro de Exteriores español anuncia, la semana pasada, el giro de 180 grados de España respecto del referéndum en el Sahara. Desde 1975, España había apoyado la celebración de ese referéndum, como única vía legal de descolonización. Se oponían a ella, por supuesto, la fuerza ocupante, Marruecos, y la potencia europea a cuyo cobijo el despotismo alauita ha venido abrigándose en las últimas décadas: Francia.
 
Es lo que hay, de momento. Hasta el 11 de marzo, el PP practicaba una política internacional alineada con Estados Unidos. Después del 14 de marzo, España pasa a ser un eslabón supeditado al eje París-Rabat.
 
No hay conclusiones que sacar. Aún. Pero todo aparece cada vez más tenebroso.

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