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Isabel Durán

La verdad importa una higa

Entramos en la segunda semana de andadura de la comisión de investigación encargada de esclarecer los atentados del 11-M y los augurios tras lo ocurrido en las jornadas precedentes no pueden ser más nefastos y desesperanzadores para los centenares de miles de personas que esperaban que algún día se arrojara algo de luz sobre los trágicos acontecimientos que cambiaron la historia de España. Desde el arranque mismo de las sesiones se ha constatado que ninguno de los partidos políticos tiene la menor pretensión de llegar al fondo de los hechos y que la comisión es una patética pantomima.
 
Quienes exigían transparencia, aun a costa de poner en riesgo la seguridad del Estado y de que se pudieran cometer más atentados, se han convertido en los más fervientes partidarios de correr un tupido velo sobre el asunto para ocultar sus vergüenzas, sus manipulaciones, sus manejos de la conmoción y el dolor producido por los 192 muertos y miles de mutilados asociándolos a la guerra de Irak. Cuatro meses después, con la herida abierta y el estómago revuelto, la conmoción es doble al constatar que la verdad les importa una higa. O, lo que es lo mismo, los muertos, sus familiares, los heridos y la ciudadanía no han sido más que instrumentos electorales del poder.
 
La mascarada es tal que muchas de las grandes incógnitas ni siquiera han sido planteadas a la cúpula policial a lo largo de las primeras jornadas de interrogatorios por ni uno solo de los parlamentarios que integran la comisión. A pesar de que el actual máximo responsable de la lucha antiterrorista haya reconocido que ni siquiera van a investigar la trama de los confidentes ¿a qué se debe que nadie haya preguntado a ninguno de los comparecientes cuándo supieron que había confidentes de la Policía y de la Guardia Civil entre los detenidos por los atentados?; ¿por qué nadie les ha interrogado sobre si hubo contactos telefónicos entre el 11 y el 14 de marzo entre algunos de los responsables policiales ahora ascendidos por Zapatero y sentados en la comisión o sus colaboradores y si ello tuvo algo que ver con que el PSOE tuviera información de primera mano antes que el propio Gobierno?; ¿por qué todos aquellos títeres de la democracia que el 13-M exigían saber ahora se creen con derecho a esconder la verdad?
 
Se equivocan Zapatero, Rubalcaba y sus terminales comunistas, separatistas y mediáticas si creen que las mentiras y manipulaciones mil veces repetidas se convierten en verdad. Tarde o temprano la utilización de la sangre derramada les pasará factura. Se equivoca también el partido de Mariano Rajoy si cree que no se debe investigar “caiga quien caiga”. La comisión de investigación parlamentaria presagia convertirse en el mancha más turbia y vergonzante de la historia de la democracia. Las comisiones pasan, los muertos y los heridos exigen que se sepa la verdad.
 

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