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Amando de Miguel

A veces las palabras irritan

Manuel Roselló (Valencia) me aporta una idea interesante. Su argumento es que los actuales nacionalismos en España vienen a representar “la coronación de ese proceso de vaciamiento y masificación” que Ortega describió magistralmente en La rebelión de las masas. Don Manuel compara ese tipo humano de los nacionalistas como una suerte de mentalidad adolescente. Añado yo, y por tanto insegura, violenta, narcisista. Si la imagen fuera cierta, cabe una esperanza: ya madurarán. Sí, pero volverán a ser sustituidos por una nueva camada de adolescentes. Recuerdo que adolescente originariamente quiere decir “el que sufre”. En efecto, en los textos nacionalistas hay un continuo y lacerante sufrimiento. También a los nacionalistas españoles “les dolía España”. A los nacionalistas de todos los tiempos les gusta el color oscuro de las camisas, entre otros símbolos un tanto tenebrosos. No hay que llegar al hacha y la serpiente.
 
Diego Campos Lóriz (Valencia) se asombra de que en muchos textos de Lengua Española se encuentran frases del tipo “contesta las preguntas siguientes”. El lindo don Diego sugiere que sería mejor “contesta a las preguntas”. Tiene razón mi escrupuloso corresponsal se contesta siempre a algo o alguien. Se admite también el galicismo contestar en el sentido de protestar ruidosamente, y de ahí contestatario, pero esa es otra historia.
 
Luis David Bernaldo de Quirós Arias me envía todo un memorial sobre la manía curialesca de feminizar todas las profesiones y actividades, al suponer que la designación genérica sirve solo para el género masculino. La operación supone que las palabras que terminan en a son del género femenino. La crítica de este Bernaldo de Quirós (vaya estirpe) es acertada. No tendría sentido que dentista o artista se reservaran solo a las mujeres. Recordaré que las poetas actuales no desean ser poetisas. Valga poeta para los dos géneros, por lo mismo que perito o capataz sirva para varones y mujeres. Esa regla de la simplicidad es compatible ─pienso yo─ con la facilidad con que algunas palabras admiten las dos formas, masculina y femenina: farmacéutico, farmacéutica; actor, actriz; doctor, doctora; director, directora; etc. A mí me gusta mucho “clienta”. Por otro lado, tenemos persona (femenino), individuo (masculino) y habitante (masculino). En los tres casos a nadie se le ocurriría excluir a las mujeres o a los varones de esas categorías. Respetemos esa maravillosa variedad de nuestra lengua. No veamos machismo donde no lo hay. Cierto es que el problema es masculino aunque termine en a, pero la solución es femenina. Las obsesiones sexuales conviene resolverlas en la cama (femenino), no en el léxico (masculino). El lecho (masculino) es más bien el de los enfermos terminales.
 
 

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