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¡Vive Sharon!

El antisemitismo es una realidad en Francia, hasta el punto de que un falso incidente ocurrido hace pocos días llevó al Presidente de la República a denunciar el fenómeno y a comprometerse a tomar las medidas necesarias para combatirlo. El debate ha ido a más, las grandes figuras de la política y de los medios se han ido pronunciando y al final la tensión se ha reconducido de la mejor manera posible... criticando, todos al unísono, al Primer Ministro israelí, Ariel Sharon. La lógica puede no ser aplastante pero la política tiene estas cosas.
 
Los armarios de la conciencia pública francesa tienen más de un cadáver, pero el espacio reservado para la cuestión judía es particularmente amplio. El affaire Dreyfus es un hito en la vida republicana, que se convierte en anécdota ante la colaboración en el Holocausto por parte de las autoridades de Vichy. Mientras Raymond Aron se establecía en Londres para ayudar al general de Gaulle, la otra Francia enviaba a miles de judíos a la muerte.
 
La judería francesa es la mayor de Europa, con 600.000 individuos. Es una comunidad con una extraordinaria vocación de integración, que ha dado todo tipo de facilidades a la República para superar los problemas del pasado. Un curioso ejemplo de esta voluntad es la ausencia de colegios judíos, salvando aquellos estrictamente confesionales. Ante la evidencia de problemas, sus representantes han tratado de evitar el conflicto, relativizando su dimensión o contextualizándolo en el marco de un nuevo racismo que no sólo afecta a esta comunidad. Dominique Moïsi ha subrayado que el racismo antimusulmán es aún más grave, lo que siendo cierto es también un problema distinto.
 
El estado francés ha reaccionado siempre con buenos reflejos ante actos antisemitas, precisamente porque es consciente de su responsabilidad. Francia tiene seis millones de musulmanes, el 10% de la población, que, entre otros derechos, tiene capacidad de voto. En política exterior los gobiernos de París han cuidado sus relaciones con el mundo árabe, apoyándose en un rechazo a las políticas norteamericana e israelí. La crítica constante a la política antiterrorista de Israel, la permanente comprensión de la corrupción y de los actos de violencia de palestinos y, en general, de los gobiernos árabes han ido creando opinión hasta vincular lo judío con la agresión gratuita y desproporcionada contra el pueblo palestino. Quien siembra vientos recoge tempestades. Muchos padres judíos han tenido que retirar a sus hijos del liceo, porque sufrían presiones de distinto tipo. Ante la falta de colegios judíos, han tenido que encontrarles acomodo en instituciones privadas católicas. Desde estas páginas Carlos Semprún Maura ha reseñado buen número de ejemplos de antisemitismo, como el muy ilustrativo de profesores que han dejado de explicar el Holocausto en sus clases de Historia.
 
El antisemitismo es un problema, pero sobre todo es un exponente, entre otros muchos, de una sociedad desintegrada. Francia empieza a asumir que en los años venideros las relaciones con la comunidad musulmana serán tormentosas. Mientras tanto, lo más cómodo es seguir apuntando contra Sharon, por cometer la herejía de dar a entender que no hay sitio en la Francia republicana para los judíos. Si se producen casos de antisemitismo, no hay duda de que serán condenados por los bienpensantes padres de la patria, tanto como que la responsabilidad última recaerá inexorablemente sobre Israel.

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