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Zapatero no puede ignorar que las relaciones internacionales son competencia exclusiva del Estado porque antes de sentarse en el Congreso a hacer una siesta de varios lustros había estudiado la carrera de Derecho, y en ella la Constitución Española, y de ella el Título octavo, y dentro el Artículo 149, 3º.
 
Y sin embargo el presidente improvisa una concesión, en plena farsa bilateral con Maragall, para que un gobierno autonómico acuda a las reuniones donde se fija la política internacional de España. Ergo, Zapatero se ha olvidado de lo que estudió por efecto de la larga hibernación. O no se ha olvidado pero evita a cualquier precio contrariar al hombre de los veintiún escaños voladores. Cabe una tercera posibilidad: que piense celebrar las nuevas reuniones de Exteriores, enriquecidas con la presencia de algún miembro de Esquerra, por ejemplo, pero sólo de mentirijillas. Una cosa bufa. Como la abanderada recepción de ayer, que no cuesta nada y tiene la virtud de complacer a los nacionalistas catalanes (PSC, ERC, IC y CiU), tan sensibles, mientras se molesta a la derecha, que nunca está de más, y se avergüenza a los catalanes no nacionalistas. Todo un triplete. Que sea a costa de la historia de España, de la Constitución y de la lógica no sólo no importa nada sino que está en línea con el nuevo ideal de nuestra izquierda –la transgresión creativa y desconstructora- y con la nueva estrategia de cambio de régimen que socialistas y comunistas comparten con el vario nacionalismo.
 
“La Generalitat es Estado”, reza el flamante mantra que ha de aplacar la compulsiva superstición nominal del socialismo catalán. Por el mismo precio, podrían decir “Cataluña es España”, ¿no?. Quita, quita. “La Generalitat es Estado y va a ejercer de Estado”. O estamos ante una obviedad constitucional o es una falacia como una casa, un monumento a la anfibología y a la ambigüedad. La frasecita está diseñada para que cada uno entienda lo que quiere entender, aunque en un curioso juego de espejos todos sepamos lo que va a interpretar el contrario, y así sucesivamente.
 
Claro, la Generalitat ejerce de Estado, que lo es, ciñéndose a la Constitución, entendería yo si no supiera quién es Maragall. Cataluña va a ejercer de Estado soberano en la práctica, se desea que entiendan los socios independentistas. Y lo que harán en realidad Maragall y Zapatero, Zapatero y Maragall, mientras nos paseamos por su laberinto del Tibidabo, es consumir meses, años, en la fabricación de volutas de humo, en torturar la semántica (Blanco ya se encarga de la sintaxis), en empalgar a la ciudadanía, mientras secretamente agarran y domeñan las instituciones para que el poder no vuelva a salir de las manos del socialismo, que como sabemos es la única fuerza legitimada para gobernar España.

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