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Lucrecio

Todo tan siniestro

Extraño espectáculo. Sólo el no ser retransmitido en directo ha salvado al Parlamento español del bochorno colectivo que cayó sobre el de Madrid hace un año. Pero es infinitamente más vergonzoso lo que está pasando en la Comisión parlamentaria sobre el 11 de marzo de cuanto lo fuera, en su día, aquella otra dedicada al escándalo de los tránsfugas y la trama inmobiliaria de la Federación Socialista madrileña. De gravedad, ni hablo.
 
Ningún Parlamento – ninguna Comisión parlamentaria – que se respetara a sí mismo toleraría que un funcionario de seguridad del máximo nivel le tomara el pelo con el cínico descaro con que lo hizo el hoy mando de la Unidad Central Operativo de la Guardia Civil y antaño portador de maletines entre Vera y Amedo.
 
Pregunta: ¿Conocía la UCO el tráfico de dinamita que concluyó en los 190 asesinatos de Madrid? Respuesta, fantástica respuesta: “En enero de 2003, Zouhier apunta una información sobre Antonio Toro. Una tercera persona, Emilio Trashorras, quería vender explosivos. Se comprobó la veracidad, se identifica a las personas y sus vehículos. Pero nunca se habló de un comprador”. Punto. Final. Algunos llamarían a eso insulto a la inteligencia.
 
Pregunta: ¿Informó Zouhier acerca de los compradores de la dinamita? Respuesta, fantástica respuesta: “Zouhier debería llamarse chivato más que confidente”, y “esa gente suele mezclar ficción con realidad”, porque no son más que “delincuentes oportunistas, chivatos, que mienten”.
 
¿”Chivato”, Zouhier? Sí. Como Amedo. Lo cual no impidió al entonces hombre de confianza de Rafael Vera servir de correo para pagar su silencio. ¿”Delincuente oportunista” y mitómano, Zouhier? Sí, probablemente. Aunque probablemente no tanto como Amedo. Lo cual no impidió que el testimonio de Amedo fuera decisivo – una vez su veracidad judicialmente comprobada – para llevar a la cárcel al Secretario de Estado Vera y a su ministro Barrionuevo. Entre otras cosas, porque no hay juez que ignore que, en materia de delincuencia organizada, no hay otra vía de acción eficaz que el uso de los “oportunistas delincuentes” que aceptan ser chivatos – o, si son muy delicados, confidentes, exquisito matiz léxico de fijación dudosa – contra sus colegas de negocio y, sobre todo, sus jefes.
 
Todo cuanto concierne al atentado del 11 de marzo parece reducirse, para el asombroso alto mando de la UCO, a una serie infinita de casualidades y coincidencias. El asombroso alto mando de la UCO no ha leído – ni tiene por qué – al clásico que escribió una vez que la casualidad es el refugio de los ignorantes. Pero el clásico era excesivamente benévolo. Lo que está pasando en esa Comisión no es ignorancia. Tiene un nombre muchísimo más feo.

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