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Amando de Miguel

Sobre anglicismos

Alfredo Llasquet Alsina (Barcelona), asiduo corresponsal de la seccioncilla, vuelve a la carga con lo del “manual del usuario”. Insiste en que, si se puede decir “manual de referencia” o “manual de consulta”, ¿por qué no se va a poder decir manual de usuario? Por lo mismo que se dice “guía de consumo” y “guía de los consumidores”, o bien “libro de respuestas” y “libro del profesor”. Esto es, la cosa puede ir sin el artículo y la persona lo pide. En general, ha entrado en el español una mala práctica: la de prescindir del artículo en muchos casos donde se precisa. Es una moda, como tantas otras, que proviene del inglés omnipresente.
 
Alfredo Mallofré Sánchez-Pantoja, otro habitual, se lamenta de que digamos “Inglaterra” en lugar del “Reino Unido”, o mejor “Reino Unido de la Gran Bretaña”. De paso reitera la vieja polémica sobre “español” o “castellano”. Ni qué decir tiene que para él hay que decir siempre “español”. No limitemos la expresión. Demos alas a la lengua. “Inglaterra” está muy bien en lugar de “Reino Unido de la Gran Bretaña y Norte de Irlanda”, que sería la denominación completa. Otras veces bastará el apócope “Reino Unido”. Cierto que se dice “inglés” para el idioma, pero observe que estaría feo hablar del idioma reinounidense o incluso británico. Inglaterra es una parte del Reino Unido… etc., pero dicen “inglés” y se quedan tan frescos. Pues nosotros podemos hablar de la “lengua castellana” y tan campantes. ¿Para qué sufrir? Por ejemplo, José Manuel Moltó asegura que “se siente discriminado” cuando oye decir “castellano” en lugar de “español”. Considera que esa opción es “una batalla ganara por los separatistas catalanes”. Alto el carro. En España se decía “lengua castellana” varios siglos antes de que asomaran la barretina los separatistas catalanes. ¿Se sentiría discriminado un mexicano por hablar español? No creo. Pues eso.
 
Pedro Morales (Vitoria) se lamenta de que se haya introducido del inglés la deslocalización, cuando existe “dislocación” (un hueso que se sale de su sitio). La “deslocalización” (cambiar de localidad una empresa) está ya en el diccionario de Manuel Alvar. Va a ser difícil prescindir de una voz tan útil. Mari Luz Pereira se lamenta  de que en los documentos de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) proliferen los anglicismos. Por ejemplo, patologías (por enfermedades), severidad (por gravedad), evidencia (por indicio), implementación (por implantación), ser competente (saber). La cosa está perdida, me temo. Por otra parte, los anglicismos que cita doña Mari Luz tienen algún sentido. No es lo mismo patología que enfermedad, evidencia que indicio, etc. Es decir, esos neologismos añaden algún matiz. Ya sé que alguno me está llamando “ecléctico”. Lo soy.
 
Ángel Lacal López escribe: “Leo con horror en su columna de LD que el palabro customizar aparece ya en un diccionario”. Él sugiere “personalizar”. No es lo mismo. Customizar es personalizar un objeto que se vende para adaptarlo a las exigencias del cliente. Don Ángel, ya se acostumbrará. Por lo mismo, veo que a usted ya no le horroriza lo de la “columna” como género periodístico. Yo la llamo seccioncilla, ya ve usted. Lo de “columna” es más bien para el formato de los periódicos clásicos, por su forma vertical.
 
Álvaro Dumas Stern me pregunta por la voz sprint. Es claramente inglesa y significa el momento de la aceleración final en una carrera. Lo mismo que decimos “fútbol” y no football, sería mejor decir esprín, o quizá esprint que es como se pronuncia. Es más, necesitamos decir esprínter y esprintear. ¿Por qué no?
 
Ya hemos hablado aquí de ello. A Luis Ignacio Quintana Álvarez no le gusta la palabra testar, no para hacer testamento, sino para la acción de someter un producto a una serie de pruebas de calidad. Puede ser también una operación estadística, un experimento o cosa parecida. Es un verbo imprescindible en el mundillo científico o comercial. Lo de ”probar” no es tan expresivo como testar. También “probar” significa cosas diversas y no pasa nada.
 

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