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Federico Jiménez Losantos

¡Ya somos la Guardia Mora de Mohamed VI!

No sabríamos decir por qué, pero sí sabemos el momento exacto en el que Zetapé y su escudero Curro Desatinos comenzaron a cambiar el rumbo del Orbe, partiendo de un modesto lugar de cuyo nombre no quisiéramos acordarnos pero nos acordamos: España.
 
Fue cuando en una tarde de Domingo, apenas llegado a la Moncloa, Zetapé anunció por sorpresa que, en contra de los plazos por él mismo establecidos (30 de junio si no había resolución de la ONU, que la hubo, en contra de lo argumentado por él aquella tarde) y sin informar previamente al Parlamento ni debatir su decisión, retiraba nuestras tropas de Irak, traicionando así a la coalición de más de veinte países que tras la liquidación del régimen genocida de Sadam Husein trata de crear un régimen más civilizado y que no sea un peligro para sus vecinos y el resto del mundo, como cuando se anexionó Kuwait y González decidió ir a esa guerra con soldados de reemplazo.
 
Ese día, por miedo a Javier Solana con quien había tenido una feroz discusión el día anterior, a los norteamericanos y a los europeos alineados con ellos y contra Francia, Zetapé comenzó la demolición de toda la política exterior española lentamente fraguada en los ocho años de Aznar y que reposaba en una alianza estratégica con los USA para protegernos del terrorismo islámico y las belicosas ambiciones de Marruecos. Ese día, ZP concedió al terrorismo islámico su victoria política más importante desde el 11-S, porque la retirada de Irak era una de las supuestas órdenes de los presuntos terroristas islámicos del 11-M. Pero aunque Ben Laden puede apuntarse esa victoria porque para los USA y sus aliados la deserción española supuso una gran derrota, de los presuntos terroristas islámicos del 11-M, a estas alturas, sólo sabemos que no tenían nada que ver con Al Qaeda y que los preparativos fueron anteriores a la guerra de Irak, que eran una mezcla de confidentes policiales y marroquíes extremistas, que actuaron en paralelo con ETA y que el Gobierno del PSOE se niega a investigarlos, porque gracias a ellos está en La Moncloa y no quiere saber más. Ni que sepamos.
 
Pero desde ese día los cambios en la política exterior española son tantos y tan asombrosos que apenas hemos tenido tiempo de asimilarlos. Tal vez estos días de verano, propicios a la siesta vagamente reflexiva, nos permitan señalar sus hitos más señalados, aquellos que marcan un antes y un después, un ayer y un hoy tirando a anteayer pero que se presenta como mañana y hasta pasado mañana. A mi juicio, el símbolo más pasmoso de la nueva diplomacia de Zetapé servida por el infatigable Curro Desatinos es que España, tras desertar de la coalición para la democratización de Irak,  mande efectivos de la Guardia Civil a medias con Marruecos para estabilizar Haití. Es asombroso que un país que hace treinta años invadió y se anexionó el Sahara español; que desde entonces ha proclamado su ambición de anexionarse también Ceuta, Melilla y las Canarias; que hace dos años retiró unilateralmente a su embajador en Madrid; que hace uno se anexionó militarmente el islote de Perejil, de donde fue desalojado por tropas españolas unos días después, pese a la abierta complicidad francesa con Rabat; que ha multiplicado sus agresiones verbales y diplomáticas al Gobierno de España en tiempos de Aznar, siempre en sintonía con Francia; que rotas por ZP las relaciones de Madrid con Washington, se ha convertido ya en aliado militar preferente de los USA; que sigue proclamando su voluntad de anexionarse Ceuta y Melilla “ tranquilamente”; que no ha aclarado sus relaciones con los marroquíes participantes en la masacre del 11M, verosímilmente controlados por la policía de Mohamed VI, que sigue siendo además el patrón del tráfico de hachís y de la inmigración ilegal en el Estrecho, que...
 
Que a nuestro principal enemigo le demos cobertura internacional, que seamos sus escuderos militares (la última vez que guerreamos juntos fue en Bosnia y tuvimos que hacernos cargo de sus gastos), que actuemos, en fin, como la Guardia Mora de Mojamé en Haití es, sin duda, el extremo más grotesco del cambio en nuestra política exterior y acaso la del Orbe desde que Zetapé y su escudero Curro Desatinos llegaron al Poder. Pero hay más éxitos internacionales en este su primer verano que merecen ser glosados en este bochornoso –aunque, para ellos, seguramente soberbio, grandioso– mes de agosto. (Continuará...)

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