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Deslealtad creciente

El Gobierno español podría demorar los plazos previstos para el despliegue de tropas en Afganistán e incluso puede estar tratando de reducir el compromiso de fuerzas adquirido para esta misión. Así, a pesar de los contingentes prometidos a la OTAN y del acuerdo parlamentario alcanzado, el Ejecutivo español podría estar poniendo ahora nuevas condiciones tanto para el batallón que debe apoyar en los próximos meses el proceso electoral como de forma muy especial para el envío de los helicópteros que darían apoyo logístico a la operación.
 
En realidad, los informes técnicos de la avanzadilla que el Gobierno ha enviado a inspeccionar el terreno podrían ser bastante desalentadores. España podría haber contraído un compromiso militar en Afganistán tan peligroso o más del que tenía en Irak pero a cambio de una mucha menor rentabilidad política. Así, los argumentos que utilizó Zapatero para justificar nuestra precipitada huida de Irak podrían volverse en contra del Gobierno ahora en Afganistán.
 
El Gobierno parece ahora querer retraerse de algunos de los compromisos anunciados. Los meses y semanas previos a las elecciones parece que serán sumamente calientes, y no en sentido climatológico, en ese país. Por tanto, España estaría maniobrando para retrasar y reducir cuanto más mejor el envío de sus soldados para minimizar riesgos. Para el Gobierno Zapatero los muertos en Afganistán pueden de hecho tener un coste político altísimo después del bochorno de la retirada de Irak.
 
El tema de los helicópteros preocupa especialmente en la OTAN. El despliegue de estos aparatos en Termez y Kabul resulta esencial para poder dar soporte a las tropas desplegadas en la zona de Mazar y en todo el norte del país. Los aparatos ya disponibles se encuentran desbordados en este momento. Un incumplimiento de este compromiso por el Gobierno español podría poner en riesgo el conjunto de la operación de la Alianza y sumar dificultades a nuestros soldados sobre el terreno.
 
Zapatero se debate así entre la espada y la pared. La necesidad, por un lado, de recomponer su imagen frente a sus principales aliados, especialmente ante Estados Unidos, tras la espantada de Irak, y por otro, el pánico a sufrir bajas propias que se traduzcan en un muy elevado coste electoral.
 
El resultado de ese dilema puede ser tratar de dilatar los plazos. El problema es que la credibilidad de España se encuentra ya bajo mínimos como para pretender desdecirse ahora de los compromisos firmes que se han adquirido en suelo afgano. Una reincidencia en nuestra deslealtad podría costarnos muy cara.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

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