Parece bastante claro que Londres ha querido conmemorar con especial exhibicionismo el tricentenario de su ocupación de Gibraltar como una despectiva bofetada al gobierno español, por su bellaquería al romper la coalición en Irak y abandonar a los iraquíes, en lo que de España depende, a merced de los mismos terroristas, en definitiva, que asesinaron en Madrid a 191 personas. La felonía del zapatazo iraquí describe y califica a su autor, el mismo que cuando la crisis provocada por Mohamed VI con España fue a Rabat a sabotear a su propio gobierno y a fotografiarse bajo un mapa donde las Canarias figuraban con los mismos colores que Marruecos. El mismo personaje que prepara la traición completa a los saharauis para complacer a Mohamed y a Chirac.
Pero más allá de esos lamentables sucesos, Gibraltar es la mejor demostración del absurdo de haber abandonado España su tradicional política de neutralidad, que nos ha salvado de las peores carnicerías del siglo XX. Por efecto de ese abandono podría ocurrir que los españoles tuviéramos que defender el Gibraltar británico sin que los británicos tengan la misma obligación con respecto a Ceuta y Melilla, y a pesar de que la primera es una colonia, mientras que las otras dos ciudades son españolas (Ceuta portuguesa) desde antes de que Marruecos existiese como algo aproximado a una nación. ¿Qué clase de aliado es ese que retiene una colonia en un país “amigo” mientras abandona otra en un país teóricamente adversario como China? Con Inglaterra podría España, si dispusiera de gobiernos dignos, mantener relaciones de cortesía, pero de ningún modo una alianza, y menos en condiciones tan desiguales y humillantes para nosotros.
Las reacciones ante la conmemoración colonial también demuestran que nuestro país, debido a su lamentable clase política, no está en condiciones de defender su dignidad ni, por tanto, su neutralidad, viéndose obligada a obrar según conveniencias ajenas. Se ha difundido abundantemente la idea de que España no podría mantener la neutralidad en el panorama euroafricano actual, o de que neutralidad equivale a aislamiento. Sin embargo, examinada la situación fríamente, nada indica tales peligros. El único peligro exterior previsible viene de Marruecos, pero éste es un país militar y económicamente menor, y no plantearía un problema serio si España mantuviese una adecuada política de defensa, no agresiva, pero firme (política también inexistente, bajo el PSOE o el PP: todo se basa en que otros países más potentes nos saquen las castañas del fuego). Tampoco es probable que la UE o Usa quisieran provocar problemas en España como castigo a su neutralidad, pues si algo conviene a todos es la estabilidad de la península.