Este viernes 13 de agosto Fidel Castro cumplirá 78 años. Los últimos 45 los pasó matando, robando y mintiendo; sin embargo, el presidente del gobierno español no se arriesga a decir qué juicio le merece un tirano que fusiló a centenares de descendientes de españoles y que arruinó la vida de cientos de miles de ellos.
Y es que José Luis Rodríguez Zapatero nunca dice nada. Habla y habla, solemniza lo obvio, sonríe sin cesar y abraza a las farolas. Pero nunca dice nada. No ha de sorprendernos que no se atreva con el coma-andante. Jamás denunció el GAL. No recuerdo que haya pronunciado nunca esas siglas. ¿Por qué ha de extrañarnos que prefiera no pronunciarse sobre el terrorista cubano?
El presidente del gobierno español se niega a calificar a Castro con la misma mueca con la que su ministro del Interior renuncia a hablar de los confidentes procesados por el 11-M, de las contradicciones o mentiras de los policías que supuestamente los controlaban, o de la X que ideó la masacre que hizo posible que el Partido Popular perdiera las elecciones.
No hace mucho, Castro le recordó a Felipe González los crímenes del GAL; no obstante, Zapatero enmudece cuando le preguntan por el Monstruo de Birán. Si algún día se demostrase que ETA encargó a unos delincuentes marroquíes la masacre de Madrid y que alguien dejó volar la cometa asesina, ZP, también –como ahora con Castro– enmudecerá. Le importa muy poco que hoy millones de españoles tengan todo tipo de dudas sobre lo que realmente pasó el 11-M. ¿Por qué ha de importarle lo que opinen las víctimas de Castro de un presidente español que no se atreve a calificar de tirano a su verdugo?