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Aníbal Romero

Se trata de libertad

El referéndum del 15 de agosto no tiene esencialmente que ver con programas de superación de la pobreza, de construcción de viviendas, de ornato público, sin desestimar la importancia de estos asuntos.

En una serie de conferencias dictadas en 1964 en la Universidad de Munich, el gran filósofo político Eric Voegelin formuló interrogantes sobre una cuestión central: ¿Cómo fue posible que una efectiva mayoría del pueblo alemán, el pueblo de Beethoven y Goethe, de Kant y Schiller, de Bach y Thomas Mann, hubiese aceptado a un líder con las características de Hitler?
 
Para responder la pregunta, Voegelin se basó en la idea platónica según la cual la polis, es decir, la comunidad política, expresa las cualidades de los individuos que la componen, y la sociedad puede experimentar severos procesos de decadencia debido al deterioro ético de sus integrantes. Se refería Voegelin al hecho de que puede emerger una generación de personas dispuestas a subordinar su dignidad, que se basa en la libertad, a los dictados de un "hombre fuerte" que les descargue de responsabilidades y canalice sus resentimientos, deshumanizando lo humano.
 
Semejante actitud, que llevó a tantos alemanes a abdicar sus decisiones morales a las órdenes del Führer nazi, es calificada por Voegelin como una estupidez fundamental, que puede contaminar la existencia de  los individuos en determinadas coyunturas históricas. Una vez que el tipo de individuo a quien Heráclito llamaba "idiotes" se multiplica y alcanza una masa crítica entre las élites y el público, una persona como Hitler surge como la manifestación de una radical estupidez común. Hitler representó "el cierre de lo trascendente", predominante en una sociedad ya moralmente genuflexa en materia política.
 
Salvando las distancias del caso, y sólo a modo de analogía, puede afirmarse que la sociedad venezolana experimentó un período de estulticia ético-política cuando llevó al poder al grupo que nos ha gobernado estos pasados cinco años, generando un proceso de ruina en todos los órdenes de la existencia colectiva. Este grupo de hombres y mujeres, no pocos de los cuales se acercan al nivel del gangsterismo político, que se han posesionado de los recursos públicos como si fuesen bienes privados, subordinando a Venezuela a las directrices de la Cuba castrista, son el equivalente venezolano de los "idiotes" de Heráclito, y las masas que una vez les siguieron ciegamente no pueden eludir su responsabilidad ante la decadencia que experimenta Venezuela.
 
Pero los pueblos, que con frecuencia se equivocan, también pueden rectificar y reivindicarse. Para el pueblo venezolano se avecina la oportunidad de una gran victoria democrática por la libertad y la dignidad. El referéndum del 15 de agosto no tiene esencialmente que ver con programas de superación de la pobreza, de construcción de viviendas, de ornato público, sin desestimar la importancia de estos asuntos. El referendo revocatorio del presidente Chávez tiene que ver con la libertad. Es ésa y no otra cosa la que está en juego.
 
Mi impresión es que el pueblo venezolano se prepara, en la soledad de la conciencia de cada uno de sus miembros, a rectificar el monumental error cometido en 1998, y que nos aguarda una sorpresa democrática de participación serena en la votación y de respaldo multitudinario al “sí”. A ello contribuirán varios aspectos. En primer término, el aprendizaje de estos años de desprecio y decadencia. En segundo lugar la motivación de la oposición, que es mil veces superior a la de un oficialismo reducido a comprar conciencias mediante el derroche sin límites del dinero petrolero. En tercer lugar, la capacidad movilizadora de las organizaciones opositoras, que supera con creces las tormentas de un chavismo invertebrado. Y en cuarto lugar, el hecho de que el voto por el “sí” se concentra en sectores sociales y regiones con una mayor propensión a ejercer su derecho.
 
Es lamentable que todavía algunas capas de la población en los sectores empobrecidos sigan aferradas a la estulticia de un régimen que no ha hecho otra cosa que corromper la vida de la nación. Es una lástima también que en parte ello se deba a que la dirigencia opositora no haya sabido cumplir a cabalidad el papel pedagógico del liderazgo democrático, y haya caído en un torneo estéril en torno a asuntos que dejan de lado casi por completo el tema central de la libertad.
 
A veces predomina una tendencia a subestimar las capacidades de la gente para valorar su libertad, para asumir con dignidad su condición humana, para rechazar la demagogia dadivosa de los que procuran engañarles con sacos de cemento, cajas de comida y becas tan inestables como efímeras. El debate clave no se encuentra en ese plano de las cosas, sino en el terreno de la libertad, y sin embargo se trata al pueblo como si estuviese compuesto de débiles jurídicos y hasta mentales, invadiéndole con un mensaje destinado a asegurarle que la mayor falta del régimen chavista está en el plano de su incompetencia socioeconómica, cuando lo cierto es que de lo que se trata es de la cuestión crucial de la libertad.
 
Pero esta vez, creo firmemente que el pueblo no va a equivocarse, ni con respecto al gobierno ni hacia la oposición. El pueblo venezolano votará por la libertad.
 
© AIPE
 
Aníbal Romero es profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.

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