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Juan Carlos Girauta

Un espectro se cierne sobre Nueva York

Si hay alguien que trabaja denodadamente en pos de su propia desaparición, ese es el progre americano, el único tipo humano que supera en prejuicios, ignorancia, altivez e incongruencia vital al progre español

Un cuarto de millón de manifestantes. Fiesta fúnebre, por los féretros de atrezo, pero exultante de superioridad moral. Los elegidos han rescatado el espíritu suicida de la juventud americana de los sesenta y setenta, que alegre y pacíficamente sirvió a la Unión Soviética y, con ella, al terror. Hoy aceptan como líder natural a Michael Moore, estadounidense multimillonario, mentiroso y déspota que encarna el vasto antiamericanismo y vende empaquetada la basura que desborda los vertederos ideológicos de Occidente.
 
Si hay alguien que trabaja denodadamente en pos de su propia desaparición, ese es el progre americano, el único tipo humano que supera en prejuicios, ignorancia, altivez e incongruencia vital al progre español. Cuando uno de sus líderes dijo "Ayer Vietnam, hoy Irak", no sabía hasta qué punto estaba resumiendo la continuidad de dos generaciones de especialistas en ponerle la zancadilla a su país y a la libertad. Caprichosos productos de la abundancia, ociosos enredados en paranoias conspirativas, compulsivos jaleadores de todo cuanto intuyen letal para su mundo.
 
"Ayer Vietnam, hoy Irak", gran lema que podemos asumir porque contiene en cuatro palabras la identidad inconsútil de su largo empeño, el empeño de los hijos de los opulentos de entonces, hoy de los opulentos y sus hijos, por desaparecer de la faz de la tierra. La propaganda soviética diseñó el pacifismo occidental que conocemos y ofreció al indolente y al poseur una causa: la causa del enemigo.
 
Una propaganda de origen distinto se solapa con la anterior: la que fabricaron los países árabes que no conseguían borrar del mapa a Israel. En este caso sus autores están más vivos que nunca. El hermanamiento liberticida viene de origen, y hoy lo encarna como nadie el comunista Saramago, que acusa a Israel de genocidio. El portugués retoma así la infamia fabricada con viejos materiales de pogromo y difundida al alimón por la Unión Soviética y los países árabes a partir sobre todo de la Guerra de los Seis Días.
 
En Moscú se elaboró la separación entre antisionismo y antisemitismo. Como entonces la existencia de Israel estaba confundida con el laborismo, como era una de las causas de la izquierda, de momento la puesta al día de la "conspiración judía mundial" no cuajó en la progresía occidental. A partir de la victoria del Likud en 1977 las cosas cambiaron y ya se pudo vender antisemitismo al gran público bajo la etiqueta de antisionismo. La ONU llevaba años intentándolo.
 
En la manifestación de Nueva York habrán participado no pocos judíos. No tienen la menor idea de quién, cómo y con qué fines usarán sus imágenes, voces y consignas en Europa y en el mundo árabe.

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