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Juan Carlos Girauta

Cuando prende la infamia

Algunos están siempre preparados para invertir la culpa, para mirar con lupa a las víctimas, para inventarles manchas

De Maria Àngels Feliu, la farmacéutica de Olot, se dijo de todo en el Pelícano, aquel producto televisivo tan elitista que sucedió al sesudo Mississipi. Era una cosa muy instructiva que mezclaba los apasionados testimonios de un zoófilo equino con la normalización del incesto a través de repetidas entrevistas a unos hermanos gallegos que se querían tanto, tanto, que se habían puesto a procrear. Especial interés encerraban las reflexiones de un transexual almeriense con el que el presentador se partía de risa.
 
Antes de que aquellos programas inolvidables desaparecieran bruscamente, librándose la audiencia por los pelos de visionar el vídeo sexual con que la cúpula socialista de interior buscó la muerte civil de Pedro J. Ramírez, España presenció atónita, de madrugada y en directo, la deriva hacia la locura del padre de una de las niñas de Alcàsser. Le acompañaba siempre un investigador privado al que cualquier detalle escabroso le llamaba "poderosamente la atención"; por si no hubiera bastado con la explotación circense del triple crimen que un par de reputadas, reputadísimas periodistas habían puesto en marcha horas después de la tragedia.
 
Allí se habló a destajo de Maria Àngels Feliu, que había vivido 492 días apartada de los suyos, encerrada en condiciones infrahumanas. ¿Se habló para compadecerla, para apoyarla? ¡Quia! Se habló para llenar unas horas con especulaciones sobre su vida sexual, para afirmar que había organizado su propio secuestro, que fingía las secuelas físicas y que "debería haber estudiado arte dramático porque está engañando a todo el mundo".
 
Es justo que tengan que indemnizar a la injuriada y calumniada, pero el medio millón de euros es lo de menos. Lo importante es que ahora muchos tendrán que avergonzarse por haber mirado a Maria Àngels con ojos de sospecha y por haber convertido su sufrimiento en jocoso tema de murmuración. Cosa que ha seguido ocurriendo a pesar de la condena a los culpables.
 
Algunos están siempre preparados para invertir la culpa, para mirar con lupa a las víctimas, para inventarles manchas. No son pocos, y tienen preferencia por los que padecen las distintas formas de la persecución, el secuestro, el ostracismo. Por eso pudo prender la infamia en el caso de la farmacéutica de Olot. Porque cada día y a todas horas prende.

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