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Amando de Miguel

¿Está bien o está mal dicho?

La verdad es que, con tanta equis, lo de Sanxenxo es un trabalenguas para un aparato fonético español no gallego

Julián Fernández considera que “es de auténtico alucine” que algunos escribamos México, si bien pronunciamos Méjico. Lo hacen así todos los mexicanos (que pronuncian mejicanos, claro está). Don Julián sostiene la peregrina teoría de que esa curiosidad léxica “fue implantada por el gobierno mejicano a raíz de que los exiliados españoles fueran allí y crearan un Gobierno Español en el exilio”. Pues no, señor. Esa interpretación es una fantasía en su peor sentido. En México toda la vida de Dios han escrito así el nombre de su país y lo han pronunciado Méjico. La cosa no tiene ningún misterio. En el siglo XVI el sonido “jota” se escribía con equis, acaso como recuerdo de la letra “ji” en griego, que se dibujaba aproximadamente como una equis. Por ejemplo, la obra cumbre de la Literatura española es el Don Quixote de Cervantes. Así se escribió durante más de un siglo, aunque se pronunciaba Don Quijote o algo parecido. Por tanto, cuando los mexicanos escriben México (la Nueva España) conservan amorosamente un rasgo del español clásico. Lo menos que podemos hacer los españoles de la Vieja España es respetar esa tradición de nuestros hermanos, nuestros cuates.
 
Otra cosa es lo de decir Sanxenxo ─pronunciando las equis─ para llamar, en castellano, a la bella localidad gallega de Sanjenjo. Lo normal sería decir Sanxenxo en gallego y Sanjenjo en castellano. Pero nunca Xanxenso, como ha oído decir alguna vez el bueno de Francisco José Díaz Risquete. La verdad es que, con tanta equis, lo de Sanxenxo es un trabalenguas para un aparato fonético español no gallego.
 
Maribel Torbeck me plantea varias cuestiones que tienen que ver con nuevos sentidos de las palabras. Por ejemplo, buzonear. A doña Maribel le resulta una palabra malsonante. No veo por qué, fuera de la imagen sexual que tiene la acción de buzonear (= meter una carta o un impreso por el agujero del buzón). Se refiere más bien al reparto de propaganda por ese medio. Desde luego, la palabreja aparece ya en el DRAE. Pues, si la palabra buzonear le  parece malsonante, no sé que dirá doña Maribel de machihembrar.
 
Doña Maribel vive en otro país y se asombra de una palabra de moda: conllevar. No es moda, es manía. Tradicionalmente, conllevar era llevar con paciencia algo molesto. “Hay que conllevar el problema catalán”, clamaba José Ortega y Gasset. De nada ha servido. Ahora ya nadie emplea conllevar en ese sentido, seguramente porque no se estila la virtud de la paciencia. En su lugar, se impone el otro sentido de suponer, comportar, llevar consigo. Yo jamás recurro a ese sentido que me parece demasiado facilón, más que nada porque se repite a troche y moche.
 
Otra palabra que a doña Maribel no le gusta: restaurador, para indicar el cocinero o el dueño de un buen restaurante. En su opinión, esa palabreja es una mala mezcla de “la gastronomía con el arte”. Pues lo de gastronomía sí que es un término infeliz. El placer o el arte de comer tiene muy poco que ver con el estómago o el intestino. La cosa viene de los griegos, que asociaban el placer de comer con llenar la panza, la tripa, el bandullo. Pase lo de restaurante, por ser palabra internacional, pero me resisto a llamar restauradores a los cocineros de postín. Bueno, ya no se dice lo “de postín”. Qué antiguo soy.
 
Todavía otra voz que le extraña a doña Maribel: conducir programas de televisión. La cosa viene del inglés, quizá de conducir una orquesta. La expresión es latina y, por tanto, legítima. En España empleamos mejor dirigir o presentar un programa de radio o de tele. Pero no hay que hacer ascos a conducir. Es una palabra de muy buena familia.
 

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