El primer pulso de la temporada entre Antena 3 y Telecinco se libró el domingo por la noche con el estreno al mismo tiempo de una serie de ficción, El inquilino, y el comienzo de la sexta edición de Gran Hermano. La producción de Antena 3 es un tanto estrambótica. Con guión de Paco Arango y efectos especiales simpáticos y algo rudimentarios, Jorge Sanz se convierte en protagonista de una historia en la que se mezclan algunos ingredientes típicos de las series españolas y alguna idea americana.
Leo Montes, un escritor de mal carácter, es poseído tras un accidente por un extraterrestre bueno, una especie de ET, tras un accidente fortuito, de modo que se convierte en un personaje extraño, con andares raros, que lleva el desconcierto a una pequeña comunidad.
Además de Jorge Sanz, que tiene un papel en el que caben las payasadas, están Pablo Carbonell y Javier Martín, que han emprendido una carrera diferente a la de su ex-compañero Wyoming, y Pilar Bardem. No falta un chiquillo simpático, al estilo de “Aquí no hay quien viva” y no paran de moverse y gritar dos chicas desenvueltas: María Aguilera y Débora Izaguirre. Con un cubano y un jefe gritón tienen ya la plantilla para aguantar un tiempo.
La serie, que no parece que vaya a ser una revelación, tiene sin embargo la virtud de ser un producto alternativo –de humor casi blanco– a las agotadoras sesiones de Gran Hermano, si es que no cambia de día, algo que probablemente ocurrirá en el momento que comience a definirse la parrilla del resto de las cadenas.
El comienzo de Gran Hermano, con Óscar Martínez y Mercedes Milá, se ha adelantado para no perder comba de cara a un otoño especialmente competitivo en el que Telecinco tiene que remontar el bajón veraniego. Con el reclamo de que vuelve “el original”, como intentando reverdecer el éxito de los comienzos, cuando Gran Hermano revolucionó el panorama televisivo español hace cuatro años, se puede ver, sin embargo que le han hecho muchos remiendos a la fórmula primigenia. En la selección de participantes se da la coincidencia de que alguno se conocía, por lo que cabe sospechar que intentan dar juego dramático a las primeras sesiones para ir calentando el ambiente con una selección “amañada”. Las instalaciones de Guadalix de la Sierra recuerdan en parte Hotel Glamour” y los inquilinos son un grupo variopinto en el que se combinan edades y acentos para todos los gustos. Desde jóvenes intrépidas a señoras y señores con largo recorrido.