Este martes comienzan los trabajos de la comisión del 11-M tras el parón del verano. El Gobierno y el PSOE han hecho campaña durante los meses de vacaciones para pedir que la reapertura de la investigación parlamentaria sea ya en fase de conclusiones. La voluntad de los socialistas de dar carpetazo a la investigación ya se puso previamente de manifiesto con sus reiteradas negativas, tanto a aportar información con la excusa de estar clasificada, como a acceder a numerosas y justificadísimas comparecencias requeridas por el PP. Y eso que, desde el partido de Rajoy tampoco es que se hayan excedido en requerimientos, como ha dejado en evidencia su renuencia a citar ante la Comisión a lo responsables mediáticos que, como los de Prisa, tuvieron un papel protagonista en aquellos días de infamia y de calumnia.
Lo cierto es que si Rajoy en un primer momento zascandileó a la hora de asumir el deber de exigir esta comisión de investigación, tampoco está siendo ahora lo suficientemente firme en su negativa a darla por concluida. El dirigente popular no ha convocado una sola rueda de prensa para denunciar y poner de relieve ante la opinión pública la descarada voluntad del PSOE de dar carpetazo lo antes posible a la investigación política de la mayor masacre terrorista de nuestra historia que, además, fue utilizada por la oposición para desbancar a su partido del Gobierno.
La verdad es que Rajoy meramente se limita —cuando le preguntan— a expresar su “deseo” a que continúen las comparecencias, pero lo hace en esa linea de perfil bajo, en el que no falta el "si nos dejan". Vamos, como si no fueran a insistir. Más aun cuando se coincide con el PSOE en desestimar la comparecencia de Aznar, con la excusa de que “poco más podrá aportar distinto de lo que ha dicho el anterior ministro el Interior". Aunque sólo fuera aprovechar la ocasión de dejar en evidencia una vez más las calumnias que se vertieron contra el anterior gobierno, bien valdría la pena la comparecencia del anterior presidente.
Ante la masacre del 11-M y la infame instrumentalización política que se hizo de ella, sobran los posicionamientos “a la gallega” o de “perfil bajo”. Aunque Rajoy también ha señalado que el factor determinante para la derrota del PP en las elecciones generales fueron los acontecimientos que se produjeron entre el 11 y el 14 de marzo, también acaba de señalar que "Eso ya no me importa. Yo ahora no tengo más obligación que mirar al futuro, hacer una buena oposición. Ahora tengo otras prioridades y desde luego el análisis del pasado y las reflexiones melancólicas no están en mi agenda".
En lugar de seguir a pies juntillas los consejos de Gallardón en este asunto, Rajoy bien podría ser consciente de que el presente, y todavía más el porvenir, dependen de la posesión del pasado, de su instalación en él o, como diría Marías, “de la posibilidad de proyectar desde el suelo firme de la verdad o desde la fantasmagoría inventada”. Los socialistas, en este sentido, parecen ser más conscientes de esta disyuntiva y se han marcado como imperativo descarado esa destrucción del pasado histórico bajo los Gobiernos del PP. No se puede, pues, pasar página. Menos aun ante un hecho de la envergadura del 11-M. Ni por las víctimas, ni por el conjunto de los españoles, ni por la dignidad del partido que fue objetivo político de aquella masacre.