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Daniel Rodríguez Herrera

Jiménez Lozanitos

Por mucho que la computadora no nos dé fallos en un escrito, no quiere decir que esté bien; se pueden perpetrar auténticos engendros ortográficos y gramaticales sin que el procesador de textos proteste

Los ordenadores nos ayudan... y nos juegan en ocasiones unas malas pasadas considerables. Uno de los inventos más útiles a la hora de escribir es el corrector ortográfico que incluyen todos los procesadores de textos, que en ocasiones te corrigen automáticamente algunos errores comunes, lo quieras o no. Por ejemplo, sustituyendo "ambiguedad" por ambigüedad según lo escribes. Lo malo es que algunas de esas sustituciones resultan contraproducentes.
 
Uno de los casos del que más conscientes somos en este periódico, por razones evidentes, es esa costumbre que tienen algunas versiones de Word de sustituir "Jiménez Losantos" por "Jiménez Lozanitos" a traición, sin avisar ni nada. Caen en ese error desde envidiosos compulsivos a catedráticos de redacción periodística; también neocomunistas que se supone no usan esas aplicaciones porque forman parte del monopolio de una multinacional, síndrome del capitalismo expoliador o, incluso, el resumen de prensa de Moncloa. Hasta se ha visto ese fallo en algún ídem proveniente de los juzgados. Síndrome, al menos, de que ya no usan la máquina de escribir, lo que no deja de ser un alivio.
 
Recibir demasiada ayuda puede terminar siendo contraproducente, pues nos hace coger confianza y no corregir nuestros propios fallos, apoyándonos en que lo hecho por el ordenador está ya bien hecho. Por mucho que la computadora no nos dé fallos en un escrito, no quiere decir que esté bien; se pueden perpetrar auténticos engendros ortográficos y gramaticales sin que el procesador de textos proteste. Y queda muy mal, especialmente en un currículum, que se cuele uno de esos fallos.
 
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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